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El ingreso al parque está prohibido para el público en general

18 estaciones son los ojos de los científicos en el Cotopaxi

Según Mario Ruiz, director del IG, el volcán mantiene la actividad interna moderada con emisiones de vapor. Foto: John Guevara / El Telégrafo
Según Mario Ruiz, director del IG, el volcán mantiene la actividad interna moderada con emisiones de vapor. Foto: John Guevara / El Telégrafo
31 de octubre de 2015 - 00:00

Por Verónica Naranjo

Los latidos se aceleran y por momentos parece que el corazón está a un paso de salirse. No entendemos cómo en tan solo 15 minutos de caminata nos sentimos tan agotados.

Minutos atrás nos emocionamos con la imagen muy cercana del Cotopaxi emitiendo vapor de agua.

Estamos en el interior del Parque Nacional Cotopaxi (que solo se abrió para permitirnos ser parte de la instalación de nuevos instrumentos  que ayudarán al sistema de monitoreo). El acceso, por seguridad, está restringido totalmente al público en general desde la emanación de ceniza del 14 de agosto pasado.

Cuando llegamos a la estación VC1 (iniciales que hacen relación al volcán), la ingeniera Mayra Vaca nos explica la razón del agotamiento que no habíamos considerado.

“Nos encontramos aproximadamente a 4.070 m de altura (4 km de distancia del cráter) por lo que la cantidad de oxígeno es menor y por eso existe dificultad para respirar y poder caminar”.

En esta estación se encuentran los equipos que vigilan el CO2, que según los expertos es uno de los primeros gases que escapan cuando el magma está ascendiendo.

 

“Este gas se va filtrando a través del suelo y lo que hacemos es medir la emisión pasiva del gas a través de una cápsula que cae sobre el terreno y atrapa el aire, lo vaporiza, analiza y el resultado de esa medición se transmite en tiempo real hasta nuestra sede”, comentó Mario Ruiz, director del Instituto Geofísico (IG) de la Escuela Politécnica Nacional.

Este equipo, como todos los existentes en las 18 estaciones que monitorizan el Cotopaxi, funciona a través de paneles solares que pueden dejar de transmitir energía si se acumula gran cantidad de ceniza.

Para evitar eso, el último jueves se instaló el generador eólico, que permitirá que las estaciones de monitoreo mantengan su actividad en todo momento.

Metros más arriba está el sismógrafo, la estación GPS que mide la deformación y el inclinómetro. Cada uno de estos instrumentos permiten que el Instituto Geofísico determine el nivel de actividad del volcán Cotopaxi.

“Todos los datos que logramos recoger nos ayudan a entender lo que está pasando en el volcán. Hasta el momento tenemos una actividad moderada interna caracterizada por decenas de sismos por día (50) y una deformidad del volcán en todos los flancos con niveles relativamente bajos”.

A un costado de la quebrada Colorada, donde son perceptibles las huellas de erupciones pasadas y aún un ligero color ladrillo permanece, está el medidor de lahares, elaborado por el IG.

El clima es ligeramente cálido y el sol acompaña la primera visita.

Abandonamos el lugar y nuevamente en transporte vamos hacia al refugio del noroccidente para presenciar la limpieza de otra estación. El recorrido hasta ese lugar nos toma 60 minutos en transporte y  desde el parqueadero en el que nos deja el transporte caminamos hacia el refugio.

El clima empeora drásticamente. Todo se oscurece y los nubarrones anticipan una intensa lluvia. El frío se siente por más abrigos que se tenga.

En la empinada cuesta que nos llevará a casi los 5.000 msnm, cada paso es un logro porque nuevamente el corazón se dispara y son necesarias las pausas constantes para recobrar energía y seguir.

En el trayecto, que supera los 40 minutos, una nevada nos acompaña y cada uno se asombra de ese fenómeno natural. Varios intensifican las pausas mientras el guardaparques repite sin cesar: “Miren cómo nieva, disfrútenlo. Falta poco, ya llegamos”.

Casi nada se divisa a los costados ni arriba, por la densidad de la niebla que nos acompaña.

La mirada la dirigimos hacia el piso rocoso y arenoso para continuar el ascenso, hasta que al fin llegamos a la casa refugio, reabierta en febrero de este año, pero que hoy -por seguridad- no recibe turistas.

Hacemos una pausa para descansar y  luego de visitar la estación del noroccidente, como por arte de magia, el ambiente cambia. La nubosidad desaparece y es posible divisar un cielo azul.

Ahora la majestuosidad del volcán es mucho más imponente. Sus glaciares, aunque algo opacos por la ceniza, se muestran tan cercanos y mágicos que nadie deja de fotografiarlos, aún atónitos.

Parecería que el Cotopaxi quiso saludar el esfuerzo que hicimos para llegar y se abrió para permitirnos captar las mejores postales de un volcán en proceso de erupción que ha modificado la actividad de los habitantes a su alrededor. (I)

Datos

El Parque Nacional Cotopaxi es la reserva natural más visitada en el país. Hasta antes del cierre se registraron alrededor de 250 mil turistas y por ello se reinauguró el refugio.

Según Francisco Prieto, director de Biodiversidad del Ministerio del Ambiente, se estudia la posibilidad de reabrir el parque, pero con cierta restricción, a fin de garantizar la seguridad de quienes lleguen.

Alrededor de $ 2 millones se invirtieron en la readecuación del refugio del volcán que está cercano a los 5.000 msnm. La reapertura de las nuevas instalaciones fue en febrero de este año y se cerraron en agosto.

Debido a la actividad del Cotopaxi, cada vez son más frecuentes las visitas de mantenimiento preventivo de las estaciones.

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