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En un régimen democrático, el poder del voto radica en que es el medio de decisión para elegir al gobernante de turno, también para reelegirlo o, para elegir o apostar a otro nuevo gobernante. Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, historiador y jurista destacado sostiene: “La gente vota a locos, vota a sabios, vota a gente muy útil y eficaz y a gente que no lo es”, “lo importante es poderlo corregir en las elecciones siguientes”; agrega: “Ha habido gobernantes que llegan al poder por vía democrática y una vez allí se las arreglan para cambiar las constituciones y hacerse perpetuamente reelegibles”. Esto suena familiar en el vecindario latinoamericano.
Votar es hacer realidad la igualdad política, cada voto tiene el mismo valor, sin que importe el emisor y sus condiciones particulares; el voto también legitima al gobierno dotándole estabilidad política; el voto hace realidad la participación de los ciudadanos en las grandes decisiones nacionales, incluso impactando en las políticas públicas que le afectan, respecto a salud, educación, seguridad, trabajo, economía, derechos; el voto es un derecho y una responsabilidad, con él se aporta para el futuro del país e influye en su dirección política y social; el voto es un mecanismo correctivo que permite a los ciudadanos cambiar pacíficamente de gobernantes, así es antídoto contra el autoritarismo, el abuso de poder y la corrupción. El voto es como la argamasa que cohesiona y sirve para construir una sociedad más participativa, justa y equitativa.
Desde Grecia en el siglo V a.C. hasta hoy, el voto popular evolucionó expandiendo su alcance; en un tiempo se autorizó votar a hombres con privilegios, luego a otros hombres y a mujeres, hasta habilitarse el sufragio universal -sin distinción por edad, nacionalidad, sexo, raza, religión o condición social-. El poder del voto solo puede concretarse con elecciones libres y democráticas, sin cancha inclinada ni manipulación de la autoridad electoral o de las normas del proceso eleccionario, y esto solo puede garantizarlo un gobierno convencido de la necesidad de respetar las reglas de juego.
Frente a las votaciones que se avecinan, los ciudadanos deben elegir con conciencia y memoria, puesto que, la realización de comicios libres, periódicos y transparentes, así como el despliegue pleno del poder del voto con todas las bondades que representa para la democracia, siempre dependerán del gobierno que esté en ejercicio.