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Iván Rodrigo Mendizábal articulista

“La habitación de al lado”: acompañar en la muerte

22 de marzo de 2025

Pedro Almódovar vuelve a sorprender y nos lleva a hacernos pensar. Su película “La habitación de al lado” (2024) es su más reciente muestra, además de su primera obra íntegramente en inglés. Galardonada en el Festival Internacional de Venecia con el León de Oro, es un documento incuestionable acerca de la necesidad de morir. Desde ya la temática es cruda, la cual puede suscitar diversas opiniones, aunque Almodóvar la aborda de una manera incluso filosófica.

“La habitación de al lado” trata acerca de una mujer, una periodista que habría ejercido la corresponsalía de guerra en conflictos de Medio Oriente; ella ha sido diagnosticada de cáncer, el cual va minando su cuerpo irremediablemente. Como un reencuentro, una escritora amiga decide acompañarla en su dolor, pero además trata de que se reconcilie con su hija. Tal como está señalado, el argumento nos antepone en la situación de una serie de relaciones humanas por las cuales nos vamos dando cuenta de la complejidad de las vidas de estas mujeres que en otros momentos seguramente tuvieron, si bien sus tensiones, al mismo tiempo sus puntos en común. Y de ello se trata este filme: Almodóvar, como ya lo había hecho en muchas de sus obras, representa las relaciones entre mujeres; digamos que, desde ya, el gran rostro de sus películas son mujeres en estados límite, en estados en los que deben resolver sus problemas, controlando además el entorno variopinto.

En este mismo sentido, “La habitación de al lado” trata de dos mujeres ya avejentadas, pero no por ello, aún en la cúspide de sus vidas. La escritora, así, si bien amiga de la periodista, además habría sido su competencia en amores. La periodista, por su parte, fiel a su profesión, se nota que es rigurosa, que trata de hacer un trabajo digno. Pero ella está más próxima a la muerte; aunque quizá habría que decir mejor que siempre ha estado muy cercana a ella, cosa que el cáncer podría ser el corolario de una relación con lo inefable, hecho que debe resolverlo. En otras palabras, Almodóvar nos hace ver cómo estas mujeres, con sus diferencias o desencuentros y, también, acercamientos y acompañamientos a lo largo de sus vidas, tienen que solucionar las vicisitudes de sus existencias, hecho que concluye, si se quiere, con el reencuentro de ambas amigas. El paso siguiente, asimismo, será resolver esa otra relación con la muerte tan concomitante a los momentos que seguramente habría vivido cuando cubría acontecimientos de guerra.

Y he aquí la cuestión que muchos ni se preguntan, salvo si alguna enfermedad se ha hecho presente: si la pulsión de muerte acompaña al ser humano desde que existe, cómo realmente responder cuando la misma muerte ha tomado el cuerpo y ha transformado el hálito de vida.

En el filme de Almodóvar, la enferma de cáncer toma la decisión de morir. La cuestión es clara: la idea del suicidio es para terminar con el dolor y con tratar de vencer a la misma muerte en su paso final. Puede ser o no contraproducente este hecho, pero una cuestión es evidente, sobre todo con personas en la misma situación: el sufrimiento que lleva a situaciones extremas les supone el deseo de morir. “La habitación de al lado” pone en tensión este hecho, pues la amiga escritora tiene que acompañar a la enferma en ese duro proceso. Almodóvar hace un trabajo reflexivo en su película, pues, aunque la situación es en extremo cuestionadora, la idea de un acompañamiento en la muerte confronta a la serie de determinaciones legales para hallar más bien una justificación ética y moral, es decir, cómo ser parte del dolor de alguien a quien se quiere y ha sido parte significativa de la vida.

De acuerdo con lo anotado, “La habitación de al lado” postula la necesidad de una muerte digna. Para ello, Almodóvar pone su maquinaria estética y retórica: colores intensos y contrastados, vestuario altamente codificado para denotar los estados de ánimo y las personalidades de las mujeres protagonistas (incluida la hija de la periodista), diseño de espacios y habitaciones (al igual que la casa contratada al final de la película) casi minimalistas, haciendo aparecer no al objeto, sino a la vida misma. Así, la fotografía luminosa hace que la idea de muerte no sea presentida como algo sospechoso o penoso; al contrario, contextualiza a los personajes, sus sufrimientos y sus tensiones en contextos en los que la muerte parece diluirse. Por otro lado, contrasta el paisajismo con el verdor de la naturaleza, que exhala inmediatamente la idea de vida. Incluso los rostros y cuerpos de Tilda Swinton y de Julianne Moore, pese al paso de los años, se nos presentan bellos.

Si es así, entonces uno puede preguntarse por qué Almodóvar se decanta por acompañar él mismo en la muerte y llevarnos a que pensemos este hecho. En una suerte de existencialismo y humanismo, cabe indicar que, ante la proximidad de la muerte, en personas que evidentemente sufren de una enfermedad terminal, el acompañamiento es importante, quizá para hacerles ver que la vida es solo un paso y que el siguiente supone caminar primero por el bautizo de la muerte, para volver a iniciar.

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