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La historia está marcada por conflictos incesantes. Lo paradójico es que el hombre, hacedor de las guerras, proclama constantemente desear la paz, cuya palabra proviene del latín pax, que significa establecer un acuerdo y ello define su esencia.
Al retroceder en el tiempo, la Pax Romana constituye un modelo que se convirtió en un paradigma histórico de hegemonía de poder, en función del cual, una potencia dominante “impone” la paz a través de un control militar, político y o económico.
También se puede hablar de la Pax Británica (siglo XIX e inicio del XX) impuesta por el Imperio Británico con su dominio naval y colonial; y la Pax Americana (después del 45) por la influencia de Estados Unidos.
La paz impuesta suele desencadenar ciclos de violencia y de conflictos ante la insatisfacción de quien se ve forzado a aceptarla. Sucedió con el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848) en la guerra Estados Unidos y México, creando profundas heridas en el pueblo mexicano.
Evidente ejemplo fue el Tratado de Versalles de 1919, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. A poco de su vigencia, fue tal la animadversión generada que, Hitler lo utilizó para prometer que iba a “revertir Versalles”, lo que provocó la peor catástrofe bélica de la humanidad: Segunda Guerra Mundial.
Desde el 2022, estamos ante una guerra emprendida por Rusia contra Ucrania como una confrontación a escala geopolítica. Una catástrofe que, ha diseminado en el territorio ucraniano más de medio millón de soldados rusos y misiles.
Moscú pretende una garantía concreta de una victoria contundente sobre el país europeo. “Arreglo pacífico duradero”, no es tanto por lo que importa Ucrania para Rusia, sino por el valor que el régimen de Putin atribuye a esa victoria como efecto en todo el vecindario. Dejó en claro que los territorios tomados no serán devueltos; no habrá fuerzas internacionales garantizando la paz; se desarmará el ejército de Kiev y quedará de ese modo bajo la manda rusa que era la intención original del conflicto.
Las pretensiones de Moscú, que EE.UU. no parece poder revertir, son precisamente las que los europeos no están dispuestos a aceptar. Saben que el precedente de un país armado avanzando sobre territorios soberanos del continente e ignorando la juridicidad internacional condena a la UE a su desaparición. Al parecer China, celebra la distancia.
Queda claro que la guerra tiene el propósito de edificar una influencia absoluta de Rusia sobre su entorno como una necesidad para aumentar su peso político.