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La física dulce del olvido (Sobre B2 de Paúl Puma)

La física dulce del olvido (Sobre B2 de Paúl Puma)
26 de diciembre de 2016 - 00:00 - Raúl Serrano Sánchez. Universidad Andina Simón Bolívar

En B2 (o Dos veces Bettina), de Paúl Puma, toda idea del poema no es otra cosa que una continua alteración y reformulación de los sentidos. El poema como un artefacto verbal al servicio de un acto humano, demasiado humano como es la reconfiguración del pasado de la pareja, de los cuerpos que una vez habitaron la colmena de la pasión y la entrega adolescente, convertida luego en un marasmo del que solo la escritura, o sea la reconstitución de la promesa, hace posible la trama de ese, este poema destinado a una Bettina que hoy es sombra, espectro al que se debe exorcizar desde las fórmulas y ambigüedades de la palabra inhóspita. Ejercicio que en su montaje incluye las ecuaciones de la demencial y mágica matemática o física como lenguajes alternos, propios de quien busca una resurrección que, pese a sus invocaciones, el cielo o el diablo le han postergado como parte de un castigo cuyo pago está pendiente.

En este texto todo es un caos lúdico y lucido. Escritura del abandono, suerte de aullido posmoderno en el que vuelven a resonar, no podía ser de otra manera, los ecos del fondo y trasfondo de ese escenario gris, desalentado de la escena actual tomada por aquellos viejos fantasmas que son parte de la memoria no solo del personaje poemático que pretende recuperar ese tiempo, esos días, esas palabras inconclusas, esos abrazos, los hijos, las promesas que el desamor ha convertido en una realidad atroz que por igual involucra a quienes se encuentren, en el oleaje de la cotidianidad, con esta botella y sus claves; códices que corresponden a ese sujeto que, convertido en guardián de edificios en una ciudad en la que se siente extranjero, es testigo y víctima del derrumbe de lo que en un momento fue su vida que, a la vez, se desdobla en una agonía de la que estos versos distorsionados como las figuras de los cuadros de Francis Bacon, van dándonos algunas aproximaciones o testimonios falsos.

La poesía en Puma es, así lo revelan sus trabajos publicados con anterioridad (Los versos animales, Eloy Alfaro Hipér Star, Felipe Guamán Poma de Ayala), una continua reconstrucción de las formas del decir poético; un experimento —¿legado de las vanguardias latinoamericanas del siglo pasado?— que lo ha llevado a probar y ensayar, atreverse, con estructuras y lenguajes en los que, es el caso de este texto, esos recursos tienen su legitimidad a partir y en función de lo que las situaciones o el acontecer lírico le exigen. Un experimentalismo que se presenta acorde, coherente, con el delirio que, en este caso marca la búsqueda de un perdón imposible ante las ruinas o las cenizas de lo que un tiempo pudo significar y significó el amor y sus diversas denotaciones y connotaciones en tanto aventura avasalladora (siempre tiene que serlo) que se alimentó de la «física dulce del olvido». Dinámica generada por quienes aún gozaban, en tanto pareja y sujetos, de ese estado silvestre de los primeros años (nunca debería esfumarse) en los que eran ajenos a todas las contaminaciones que el orden social y el imperio de su falsa moral establecen como camisa de fuerza.

Sabemos, y Paúl Puma así nos lo muestra, que el Amor (con mayúscula, como en los tiempos de los alucinados Románticos) es un tema que por sus antecedentes y presencia en la tradición literaria, se torna complejo, no solo por lo que entraña, sino por lo nuevo que puede y debe irradiar en su abordaje. Puma, para establecer esa vuelta de tuerca, estratégicamente desarrolla un movimiento pendular entre lo elegiaco y la antipoesía, para terminar trazando un texto en el que todo es parte de un discurso cargado de «subpoesía», esa que se articula —lo dice el sujeto lírico— como variante de lo conversacional, entre «gruñidos cacofónicos no más,/ gestos eléctricos no más» y «mapas de alaridos».

Parte de esos gruñidos, de ese cantar de una gesta de la que ya solo quedan sus estertores, son las voces de aquellos otros parias de los que se da cuenta en notas a pie de página, como para acentuar su condición de marginales, aquellos invisibilizados por el ojo del poder hegemónico; son criaturas que aparecen con sus dramas y angustias como parte de un guion que la realidad ha convertido en el correlato del drama, de la desesperación que padece como una fiebre imparable ese otro, o esa otredad que proyecta la voz de quien escribe, se inscribe y los reinscribe en la realidad alucinada, dantesca que el poema reinventa.

Porque quien canta o es parte de «esta mascarada de perfiles falsos», es un paria («Ya soy un paria sin tu amor») que no encuentra sosiego sino en la mentira que la mascarada de la escritura le permite desatar entre una y otra página, quizá como una excusa con su falsa conciencia, o como un perdón que se pide, que se ofrece cuando ya todo ha sido consumido por esa dialéctica feroz del desplome, del hundimiento de quienes apostaron por una relación en la que a pesar de las múltiples y fundadas o infundadas razones que la atraviesan, pasaron por alto (el texto nunca lo comenta, pero como un fantasma lo recorre sutilmente de cabo a rabo) que esa relación debe partir, como bien lo sugiere Rainer María Rilke, por reconocer que todo es un enfrentamiento entre dos soledades. Por tanto, lo que B2 (Dos veces Bettina) propone es el reconocimiento de la condición precaria, desarmada y desolada de una de ellas, la del sujeto lírico, mientras que la otra, la de Bettina, «Negra de muslos de jade/ óvalo heleno» es una presencia ausente, cuya biografía o hagiografía la construye esta voz de «1 negro» que continúa en la búsqueda de esa «puerta de entrada o de salida de la infancia o adolescencia» que les fue arrebatada cuando la dicha aún les hacía sus guiños.

Con este libro, Paúl Puma explora e introduce al lector por ese terreno cenagoso, enigmático, complejo, fugaz y eterno del Amor y sus múltiples encuentros y desenfoques. Su mirada, por tanto los gestos de su escritura, se centra en la experiencia tormentosa de quienes, adolescentes, tuvieron y tienen que encarar los desafíos de inventar estrategias, no solo para soportarse en la confrontación diaria de sus vidas, sino en la búsqueda de sobrevivir en y desde esa condición que el infierno de lo establecido esgrime para impedirles e impedirnos reconocernos en el fragor de lo que la construcción de esa relación (la pareja como un desafío utópico) exige e impone. Una guerra en la que la pólvora de la pasión se va humedeciendo, además del peso del ceremonial de la costumbre y otros atentados colaterales de la convivencia, por las deleznables razones (este texto lo sugiere con la fuerza de la palabra infrapoética) de la condena de subsistir, de someternos a esa esclavitud que la modernidad capitalista ha sabido justificar como parte de una tomadura de pelo que nos gusta creer o ver como el resultado de una libertad ofrendada, intocable, pero que silenciosamente nos va conduciendo hacia sus trampas.

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