Editorial
Preguntarse qué se ve con los ojos del espectador
La semana pasada, una parte de nuestra edición de aniversario estuvo dedicada a diferentes visiones sobre la importancia de la investigación en el arte actual, en el marco de la Semana Cero de la Universidad de las Artes. No solo es un asunto de las obras plásticas, ocurre lo mismo con el cine, la literatura, el teatro... Dominar aquello que se alude es necesario para plantear propuestas sólidas.
La investigación es un ejercicio sano para cualquier tipo de manifestación artística. No solo alimenta la expresión, sino que le da autoridad al creador. Pero más allá de la aplicación y generación de conocimientos a través de las obras, independientemente del formato, hay otro tema inevitable a tratar: la forma, la manera en que los creadores se dirigen hacia los demás. ¿Cómo se comunica el artista con su público?, ¿de qué sirve la investigación si la expresión no termina de hacer clic en la mente del espectador, lector o la audiencia o llámese como sea?
A menudo se ha acusado a las élites artísticas de producir sus obras bajo un velo de ininteligibilidad, alcanzable solo para unas esferas reducidas, como si se tratara de un club exclusivo. Y aunque la interpretación de una obra es más fácil de lo que a simple vista parece, siempre viene bien que el artista, el escritor, el dramaturgo, el director, el coreógrafo, el bailarín se pongan en el lugar del espectador.
En esta edición, CARTÓN PIEDRA asume esa discusión con entrevistas a dos personas que hablan de su interés por la relación del producto con la audiencia: el artista uruguayo Luis Camnitzer y el editor argentinoAlejandro Katz. Ambos plantean la necesidad ética de ver las cosas con los ojos del espectador, de pensar en la audiencia como un conjunto de ciudadanos y no de expertos: la especialización es —al fin y al cabo— fragmentar el conocimiento, una dinámica que permite la existencia de élites y sectores excluidos. Hay artistas que, preguntados por los sentidos de su obra, suelen decir que prefieren que sea el público quien decida, apoyados en esa idea de que a la audiencia hay que exigirle. Pero algo falla en esa exigencia. Muchos artistas crean desde sus propias preocupaciones, y en ese sentido, hay una pregunta clave que propone Camnitzer: “¿Qué carajo le importan al pueblo mis neurosis?”. (F)