Pedro Pablo Perlaza llegó en 1997 a Lago Agrio y desde ese año no se ha movido del Oriente ecuatoriano. Su labor de buscar talentos ha sido constante y producto de eso surgieron elementos como Antonio Valencia, Fidel Martínez, Enner Valencia, entre otros. Su experiencia le permite decir, sin equivocarse, qué jugador llegará a ser profesional.

¿Cómo ha crecido usted con su trabajo en Lago Agrio?

Para mí, después de la labor que vengo realizando desde la década del 90, los resultados que he obtenido en esta provincia son muy buenos. Gané 4 Juegos Amazónicos, 2 torneos nacionales y unos nacionales, eso me da la facultad para seguir en la Federación de Sucumbíos.

¿Cómo se siente el hecho de ser reconocido como el formador de Antonio Valencia?

El trabajo es más de los muchachos, por su constancia, tenacidad y el deseo que le pusieron para ser futbolistas. Cuando uno dice: “Ese va a llegar”, va a llegar (al profesionalismo). Son 26 deportistas, que están en los diferentes clubes en el país, los que  he formado y para mí es un orgullo. Es una satisfacción que Antonio haya dicho que yo soy una de las personas que influyeron en él para que llegara a donde está ahora.

¿Representa una presión para usted el éxito de Valencia?

Yo no me equivoco cuando digo que van a ser profesionales o que en  unos dos años estarán en el fútbol de primera. Lo de Antonio me da la pauta para seguir creyendo y creciendo con los deportistas de esta provincia.

¿Cómo ha desarrollado ese ojo para decir “ese va a llegar”?

Una parte es porque jugué fútbol. Estuve 20 años “de corto” y aprendí mucho de los entrenadores, sobre todo de dos  nacionales como Pablo Ansaldo y Washington Muñoz. Yo intento transmitirles mis conocimientos y darles respaldo. Pero no solo en lo futbolístico, sino también en la parte académica.

Desde el éxito de Antonio, ¿ha variado la forma de pensar de los jugadores que usted dirige?

Ha cambiado y evolucionado mucho. Ponen más empeño. Yo a los chicos siempre les habló de las condiciones de Antonio, de su sencillez, su humildad. Son cositas que ellos receptan todos los días.

¿Qué tanto podrá Antonio mantener su nivel?

Tenía fe en que él se iba a recuperar de la lesión (fractura de tibia y peroné). Aquí, de niño, tenía una esperanza enorme de llegar lejos.

Antonio venía al entrenamiento antes que todos y hacíamos unos trabajos de fundamentos con él. Me quedé asombrado de ver que, últimamente, no patea los tiros libres en la selección o en su club. De esa jugada me salvó la campana en varios partidos. El gol  con el que ganó el premio (ante el Blackburn) acá lo hizo muchas veces.

¿En qué consiste  el proceso para reclutar futbolistas y traerlos a Lago Agrio?

En enero me dan vacaciones y recorro parte de Esmeraldas para ver jugadores en parroquias y cantones los sábados y domingos. Cuando veo un chico, entre 12 o 13 años, que tiene condiciones, hablo con los padres de familia y lo traigo acá. Eso lo hago desde 1998.

¿Por qué le dicen “Papi”?

(Risas) De pequeño era muy terrible y travieso. Flavio, mi hermano mayor, era tranquilo y yo lo molestaba. No me podía decir por mi nombre, Pedro Pablo Perlaza, y decía “mami, el papi me está molestando” y me quedé con eso toda la vida.

¿Cómo se ha acostumbrado al Oriente y a dejar su ciudad?

Si esta ciudad tuviese una playa, me quedaría toda la vida (risas). Tiene el calor de Esmeraldas, pero siempre uno visita su hogar. Cuando no hay competencia viajo para allá y además juego un torneo de fútbol playa. 

¿Mantiene contacto regularmente con los jugadores que formó?

Con el que más hablo es con Enner. Recién me regaló una camiseta de Emelec, a pesar de que soy barcelonista. Siempre me llama. El resto, no. Son futbolistas profesionales, están en otra onda y ya se olvidan de uno. Paso desapercibido para ellos, pero lo bonito es que se acuerdan de mí en las entrevistas. (AGM)