Alicia Yánez Cossío fue homenajeada solo entre mujeres
Pequeños y ligeros pasos antecedieron la entrada de la escritora quiteña Alicia Yánez Cossío, de 90 años, al auditorio de la Universidad de las Américas, donde le esperaban decenas de mujeres de entre 40 y 70 años, quienes antes habían sido sus alumnas de taller literario o fieles lectoras de sus más de 10 novelas pobladas de mujeres que repasan la historia y resisten el presente.
–Gracias, gracias, gracias. Quisiera que esa palabra, gracias, abarcara más... Esto no es un homenaje, sino un encuentro para alguien que escribe y ha dedicado su vida a aquello.– dijo Alicia Yánez con suavidad, para luego rematar entre diminutas risas: –Jesús, qué mal hablo–.
–Pero qué bien escribe–, le respondió la maestra de ceremonias antes de dar inicio al encuentro que incluyó música y lecturas sobre su vasta obra narrativa.
La docente universitaria Miriam Merchán arrancó el encuentro destacando la publicación de Bruna, soroche y los tíos (1972), una novela que Alicia tuvo que presentarla a un concurso con seudónimo masculino porque era inconcebible para el medio cultural de esa época que una mujer escribiera un trabajo como aquel. Con ese libro ganó un premio nacional y, desde ese entonces, su nombre no dejó de crecer en medio de un entorno literario saturado de hombres y de machismo.
Pendiente de las hojas que Merchán iba leyendo, Alicia trataba de ayudarla sosteniéndolas o acercándole el micrófono. Siempre inquieta, siempre atenta, cada vez que su nombre sonaba en el auditorio la autora se paraba de su puesto, con calma y agradecía con la cabeza las nobles palabras que recibía.
Merchán recordó que el nombre de Alicia significa “lo que no puede ser olvidado” y la autora solo alcanzó a levantar las cejas como si ya supiera esa afirmación.
Al final de la noche, los artistas María Tejeda y Donald Regnier interpretaron un popurrí de canciones ante la mirada serena de Alicia, una mujer que no deja de fabular y se resiste a clausurar su rebelde escritura. Ella sigue. (I)