¿Dónde está la política?
Hacer política en el Ecuador es un riesgo de doble vía. Uno: practicar principios y defender la ley es una ofensa si ese ejercicio democrático choca contra la “tradición” y ciertos privilegios. Dos: el sentido de lo público se estigmatiza desde los adjetivos de totalitarismo y hasta dictadura, sin más ni más. Ni todas las pruebas de la debacle de la justicia sirven para sostener, periodísticamente, una verdad si no pasa por el filtro de la sospecha sobre un futuro supuestamente tenebroso.
Hace seis años, un presidente constitucional, ante la angustia de que se le iba de las manos el supuesto poder, al ser imposible negociar con los grupos de presión emergentes y hasta intolerante con sus propios aliados, optó por pactar con esos sectores populistas, con el sólo propósito de devolverles al país a tres ciudadanos enjuiciados por supuestos actos de corrupción. Y con ello pretendía crear un bloque político para sostener en Carondelet a ese mandatario.
Vistas a la distancia, la respuesta ciudadana fue contundente, no dio espacio para la negociación a espaldas de nadie y provocó su derrocamiento. O sea, hubo una política democrática directa de la gente y no confió en ningún intermediario ni negociador político.
En los medios de comunicación y por la actoría de algunos grupos se ha querido comparar lo ocurrido hace seis años con el presente, para estigmatizarlo y con ello desprenderlo de la legitimidad de una propuesta cuya decisión está en manos de los mandantes. Sin ningún argumento, en los sets de televisión y en algunas páginas de ciertos periódicos nos quieren recordar ese momento para coadyuvar a que la tendencia por el No crezca desde esos argumentos. ¿No hay ahí un grado de irresponsabilidad y desde perversidad mediática? ¿Se preocuparon de colocar en la mira de la historia ese hecho y despojarlo de la intencionalidad política para llevarlo al presente?
No, la historia no se repite, cada etapa tiene su lógica. Lo que sí está latente es cierta izquierda y la derecha de siempre no superan sus dogmas y tampoco dan respuesta a la ciudadanía para optar por otra alternativa política.