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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Ojeda y Ampuero narran desde y sobre el horror

Mónica Ojeda (izq.) ha ganado el Premio Alba Narrativa por la novela La desfiguración Silva. Anteriormente publicó Nefando, con el sello Candaya. En la gráfica derecha, María Fernanda Ampuero hasta ahora había publicado los libros de crónicas Lo que aprendí en la peluquería y Permiso de residencia.
Mónica Ojeda (izq.) ha ganado el Premio Alba Narrativa por la novela La desfiguración Silva. Anteriormente publicó Nefando, con el sello Candaya. En la gráfica derecha, María Fernanda Ampuero hasta ahora había publicado los libros de crónicas Lo que aprendí en la peluquería y Permiso de residencia.
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Dos jóvenes escritoras ecuatorianas, ambas de Guayaquil y afincadas en España, Mónica Ojeda y María Fernanda Ampuero, coinciden en las librerías con dos libros atípicos: la novela Mandíbula y el cuentario Pelea de gallos, en los que describen el horror desde diferentes ópticas.

Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988), que fue incluida en la lista del Bogotá39 de los 39 mejores escritores de Latinoamérica menores de 39 años, confiesa en una entrevista con EFE que este reconocimiento le ha dado “más visibilidad a mi trabajo y la posibilidad de más lectores”.

Ojeda, que se dio a conocer a un lector selecto con Nefando, publica ahora Mandíbula (Candaya), que toma rasgos del thriller psicológico para desarrollar las razones que motivan a una profesora con estrés postraumático a secuestrar a una de sus alumnas. Asimismo, en cuanto a exploración de lo femenino-monstruoso, la novela –admite la autora guayaquileña– conecta con la tradición del cine de terror y la literatura de género.

Sitúa la acción de la novela en un internado, pues “un colegio es ya de por sí terrorífico, un lugar de represión, con discurso de represión de la sexualidad y la corporalidad femenina”, y en ese ambiente las protagonistas hacen lo contrario de lo que se les pide.

La historia no nació de una experiencia personal traumática en la infancia, pero conoce el funcionamiento de colegios del Opus Dei de Ecuador por amigos profesores de esos centros.

En ese contexto, Ojeda convierte a las chicas en “obsesionadas por la creepypastas” –historias cortas de horror recogidas y compartidas a través de internet, similares a las leyendas urbanas–, por lo que están familiarizadas con la adrenalina que genera el miedo.

“Hacen una teología del miedo, muy distinta de la teología del colegio, y llevan el lenguaje del Opus Dei a un horror del dios blanco”, señala Mónica Ojeda.

Comparte Mandíbula con Nefando el recurso a un internet maligno, algo que la autora asegura no ha sido premeditado: “Si hablas de pederastia y la pornografía infantil, como en la primera novela, como en esta del género de horror y la adolescencia, resulta imposible no hablar de internet, algo que ha transformado nuestra forma de vivir”.

Ella considera que el verdadero miedo está en el lenguaje. “Porque no es tanto lo que te están contando como la manera en que te lo cuentan. La palabra es capaz de abrir agujeros en nuestras cabezas, agujeros muy oscuros”.

Narrar los vínculos familiares
María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976), que hasta ahora había publicado los libros de crónicas Lo que aprendí en la peluquería y Permiso de residencia, debutó en la narrativa de ficción con Pelea de gallos (Páginas de Espuma), en la que narra desde diversas voces el hogar, ese espacio que construye a las personas, aborda los vínculos familiares y sus códigos secretos, las relaciones de poder, el afecto, los silencios, la solidaridad, el abuso.

En una entrevista con EFE, Ampuero escribe desde su experiencia en un “Guayaquil con una desigualdad social brutal, que es un caldo de cultivo para todos los horrores”. Para la autora, la experiencia de la emigración fue un antes y un después, pues la vive como “una vuelta a nacer, pero sin el apoyo de los padres”.

Desde 2005 está instalada en Madrid, donde “ya no vivía la inseguridad de la calle, pero sí la inseguridad de ser latinoamericana sin papeles, merced a la Policía y la burocracia”. La periodista asume que es “tardía como escritora de ficción” y escribir se ha convertido en una forma de batalla contra eso que no le gusta de Ecuador, pero es también una forma de mantener un vínculo.

Entre los relatos, ‘Persianas’ es seguramente su cuento más español: “Nosotros no tenemos en Latinoamérica la cultura del pueblo, la emigración del pueblo a la ciudad, y aquí descubrí que todo el mundo tiene un pueblo del que procede”.

En otro cuento aparece un salón que es símbolo de todo lo malo que puede pasar en cuanto en niveles de inseguridad: secuestro, violación; y confiesa que en varias ocasiones, en determinados lugares y a ciertas horas, por ser mujer, ha tenido que ofrecer una cara desagradable para que nadie la agreda, para superar su propio miedo, “como esos animales pequeños que desarrollan estrategias de defensa”.

Todos los relatos son cortos, para que el lector no olvide la sensación de estar encerrado, de prisión, de agobio y de ahogamiento, “como cuando el miedo ante algo terrible hace que uno respire de otra manera, con inspiraciones muy cortas”.

En el semillero de su narrativa germinaron –especula– “el realismo mágico del terror común de las lecturas de Latinoamérica”, pero también autores como Edgar Allan Poe.

María Fernanda Ampuero rechaza que se vea a las mujeres como una excepción dentro del género de terror, porque ahí están “Mary Shelley y Frankenstein, y Daphne de Maurier, autora de Los pájaros y Rebeca”.  (I)   

Novela y cuento

Mandíbula 

La editorial española Candaya publicó las dos últimas novelas de Mónica Ojeda.

Pelea de gallos

La editorial Páginas de Espuma publica la primera obra de ficción de María Fernanda Ampuero.

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