Publicidad

Ecuador, 22 de Noviembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

La misión de John Coffey, el milagroso y grandulón inocente

La misión de John Coffey, el milagroso y grandulón inocente
25 de junio de 2013 - 00:00

Está claro que todos los seres humanos tenemos una misión durante nuestro breve paso por la Tierra. La cuestión es descubrir cuál es, incluso en las circunstancias que van contra la corriente.

John Coffey tuvo la suya, según la historia que en 1996 relató Stephen King para su novela ‘The Green Mile’ y que tres años después se convirtió en un filme homónimo, que dirigió Frank Darabont.

Su misión consistía en sanar a otros de sus males, aunque era difícil creerlo para muchos por la corpulencia física de Coffey (interpretado por el fallecido Michael Clarke Duncan) y el hecho de haber sido encontrado en el sitio de un crimen que no cometió.

Coffey estuvo en el lugar equivocado cuando dos niñas fueron violadas y asesinadas en 1935.  Estaba en una granja de Louisiana con los cuerpos ensangrentados de ellas. Lloraba junto a los cadáveres y fue apresado.

Llegó a un pabellón de condenados a muerte en la silla eléctrica. Allí Coffey se ganó el aprecio de los policías que resguardaban el lugar porque su natural personalidad era la de un hombre bueno, uno que curó a Paul Edgecomb (encarnado por Tom Hanks) quien sufría de una infección urinaria.

Edgecomb era quien guiaba a los condenados por el pasillo de la muerte junto con otros policías, entre ellos, su mejor amigo Brutus Howell (David Morse), Dean Staton (Barry Pepper) y Harry Terwilliger (Jeffrey DeMunn).

Ese carácter apacible de Coffey (suena como café en inglés, pero se escribe diferente, como decía el personaje de Clarke Duncan) contagió a otros reos.

Uno de ellos era Edward Delacroix (Michael Jeter), quien se había arrepentido del crimen que cometió, pero que tenía como enemigo a Percy Wetmore (Doug Hutchinson), un cruel carcelero que abusaba de su condición porque su tía estaba casada con el gobernador.

Uno de sus abusos fue quebrarle los dedos a Delacroix con el tolete y matar a su ratón Mr. Jingles con un pisotón. Pero Coffey lo resucitó. Y lo peor, Percy no mojó la esponja que debe aliviar la carga eléctrica al cerebro de los condenados, en este caso el de Edward Delacroix, quien murió de forma espantosa.  

Ninguno de los policías quería tener de compañero a Percy, no lo soportaban. Pero tuvo su acosador en ‘Billy The Kid’ Warthon, el verdadero asesino y violador de las niñas.

Edgecomb y compañía cada vez estaban más convencidos que Coffey era inocente. Por eso lo llevaron a casa de Harold Moores, el director de la cárcel, para que curara a su esposa de un tumor cerebral.

Pero en esta ocasión Coffey absorbió el mal de la enferma y lo contuvo para traspasárselo a Percy. Le quedaba una misión a Coffey, revelar quién fue el verdadero asesino de las niñas. Y se lo transmitió a Edgecomb, a la vez recibió el don de la longevidad junto con Mr. Jingles. Percy, con el mal adentro, mató a ‘Billy The Kid’ y luego fue enviado a un manicomio.

Edgecomb vivió 108 años de edad. Su castigo por permitir morir a un inocente (aunque Coffey quiso afrontar una culpa ajena) fue ver morir a sus allegados con los años. Su misión fue contarle la historia a otra anciana en el asilo donde vivió sus últimos años. Todos tienen una misión.

Contenido externo patrocinado