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El Telégrafo
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No se puede comprar el amor ni la amistad

No se puede comprar el amor ni la amistad
05 de marzo de 2013 - 00:00

Que un ‘nerd’ comparta la mesa con una linda chica popular es prácticamente un pecado en los clasistas colegios estadounidenses, algo que no se aleja mucho de la realidad en la sociedad ecuatoriana, con la diferencia de que es entre el cholo y la aniñada o viceversa.

Como fuere, esa es la historia de Ronald Miller, un estudioso, hogareño y trabajador adolescente que no solo es la burla de los atletas de su colegio (entre ellos un entonces desconocido Gerardo Mejía). Ellos estudian en Arizona (en el Tucson High School, aunque la película no cita ese nombre).

Ronald (interpretado por Patrick Dempsey, el mismo que ahora como cuarentón es el neurocirujano Derek Sheperd de la serie ‘Grey’s anatomy’) está enamorado de su vecina Cindy Mancini (Amanda Peterson), a quien le corta el césped de su casa, aunque ella ni siquiera sabe quién es él.

Ambos acuden a la misma secundaria, pero como él es ‘nerd’ siempre entra a clases por la puerta trasera porque el marcado clasismo de esa institución lo obliga a hacerlo. Por eso Cindy casi que ignora la existencia de Ronald. Simplemente no es aceptado por la mayoría, excepto por unos cuantos ‘nerds’ como él, entre ellos el pelirrojo Kenneth (Courtney Gains), su mejor amigo.

Todo cambia cuando Cindy quiere usar el vestido favorito de su madre en una fiesta. Ella se lo prohíbe, pero aún así la rubia Cindy desobedece y lo luce ante sus amigos, pero el más imprudente de ellos se lo ensucia accidentalmente con un vino de mala calidad.

El problema para Cindy es que no puede quitarle las manchas al vestido y desesperada por el posible castigo de su madre lo lleva a la tintorería donde le sugieren que mejor compre uno nuevo que cuesta mil dólares, mientras Ronald está a punto de comprarse un telescopio con esa misma cantidad que ganó por cortar la hierba a sus vecinos durante meses.

Ronald ve la desesperación de Cindy desde el telescopio y debe decidir entre su pasión por la astronomía o el amor que siente por ella. Pero es prácticamente inaccesible a su amor platónico, salvo haya un ‘negocio’ de por medio como pagarle el vestido siempre y cuando ella simule que son novios para ganar aquella popularidad que siempre le ha sido esquiva.

Cindy acepta a regañadientes con algunas condiciones, entre ellas no ir tomados de la mano y que Ronald cambie su apariencia ‘nerd’. La ficticia relación entre ellos dura un mes y con el paso del tiempo ella descubre que Ronald es un tipo agradable, al punto de confiarle su secreto más íntimo, sus poesías.

Ella empieza a sentir atracción por Ronald, pero la popularidad lo cambia a él, quien se convierte en un petulante, que de paso ha dejado a sus amigos, entre ellos a Kenneth, a quien le lanza una bolsa de excremento en su casa durante un Halloween.

El fraude termina cuando Bobby (George Gray) el exnovio de Cindy, aparece en una fiesta de año nuevo y se entera que supuestamente ella tuvo sexo con Ronald, según el chisme de los demás. Pero Cindy desenmascara a Ronald diciendo que él la compró por mil dólares y con eso a todos sus amigos.

Todos marginan a Ronald, quien recupera el respeto de la gente cuando defiende a Kenneth de que lo golpeen por hablar con una porrista. En su discurso dice que en la primaria todos eran amigos y no había clasismo como en la secundaria.

Cindy perdona a Ronald después de un largo tiempo y todos entienden que el amor no se compra, se lo gana siendo uno mismo y que nadie debe juzgar a los demás por su apariencia. Al menos esa fue la intención del director Steve Rash.

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