Por primera vez, en 53 años, la Procesión de Cristo del Consuelo, en Guayaquil, no se vivirá de manera multitudinaria. De igual manera la de Jesús del Gran Poder, que hace 59 años mantiene este acto de fe, en Quito. Sin duda, la pandemia por el covid-19 trastocó de manera profunda las costumbres y estilo de vida en todo el mundo y, obviamente, en Ecuador.
Este año no estarán las calles llenas de devotos con imágenes de Cristo y otras representaciones, de velas, de lirios, de cruces, de rezos, de lágrimas de arrepentimiento, de penitencias. Los carros de bomberos no tendrán a quién rociar agua ante el sol incandescente.
Este año los ecuatorianos reivindicarán su fe desde las casas, escuchando las misas a través de plataformas digitales, radio, televisión, en un recogimiento total. Este año Jesús crucificado no recorrerá las 14 estaciones del vía crucis acompañado de una multitud.
Este año muchas personas seguirán llorando a sus muertos, aquellos que perdieron la batalla ante el mortal virus. Muchos estarán en los exteriores de los cementerios esperando darle un entierro digno a su ser querido, a ese padre, madre, hermano, tío, amigo...
Este año muchas personas estarán en los hospitales rogando a Dios porque su pariente internado salga victorioso, mientras otros, tristemente, estarán a la espera que se les entregue el cuerpo sin vida de su familiar.
Lo que se está viviendo a escala global parece una dura prueba de resistencia, pues pese a que la mayoría ha acatado las disposiciones del Gobierno del aislamiento, aún existen personas que salen a diario, pues tienen que buscar el pan para llevar a su hogar. Desde febrero, muchos ecuatorianos empezaron a vivir su vía crucis: las víctimas del covid-19 y, junto a ellos, a esos héroes anónimos: médicos, enfermeras, auxiliares, policías, militares, bomberos y autoridades que están en la primera línea de combate. Mantengámonos unidos como país y con la fe intacta. #QuédateEnCasa (O)