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El Telégrafo

Son seis años que explican un hito histórico del país

14 de enero de 2013

El Gobierno Nacional celebró el pasado sábado los seis años de gestión y administración pública. Si bien parece mucho tiempo (acostumbrados como estábamos a derrocamientos y destituciones), también es cierto que es poco si se lo mira en una dimensión histórica.

Lo más importante es la estabilidad democrática establecida en este tiempo. Es esa condición la que reclamaban algunos políticos y que ahora, desde la oposición, les parece un pecado. Con estabilidad democrática se pueden desarrollar los planes y ejecutar proyectos sin menoscabo de su eficacia y de su valor social. Con ella -además- hay buenas garantías de gobernabilidad, esa misma que un ex presidente, en todos sus libros y entrevistas, pide para poder administrar la economía e impulsar un plan de gobierno, pero que ahora él mismo critica.

Claro que es un hito histórico porque, lamentablemente, en nuestra democracia ni siquiera la supuesta alternabilidad ha dado buenos frutos a la sociedad. Sostener, con toda la presión económica, política y mediática, un proyecto político legitimado en las urnas y en la confianza popular da resultados a corto y mediano plazo. Los rendimientos más profundos se verán mucho más adelante. Por ahora, este Gobierno tiene cifras e índices positivos. Se podrá discutir el estilo y hasta ciertas formas, pero tampoco estamos en un jardín de rosas donde la oposición y los medios hayan hecho de la disputa política la  revelación de sus mejores “galas”.

Tampoco se trata de hacer apologías gratuitas o aplausos fatuos. La realidad está ahí: en seis años, como lo reconocen analistas críticos, el Ecuador ha  cambiado. Cambió mucho, y para bien. Si nos volvemos “cursis” habrá que decir al Gobierno lo que es del Gobierno y a los demás lo que es de los demás.

Finalmente, hay algo que sí cabe resaltar: si se mira lo ofrecido en el programa de 2006, en efecto se ha cumplido y, por lo mismo, tras seis años de gestión, no cabe sino advertir al próximo gobernante que tiene ante sí un reto: superar al régimen anterior en todo y a favor de todos.

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