Cuando se acabe la campaña electoral nos vendrán encima y serán ellos quienes dicten las normas de moral con las que nos evaluarán. No cabe ninguna duda. Será así, porque así se han comportado: con un doble rasero para todo. Cuando defienden las libertades a ultranza señalan a los medios públicos como amordazados y otros “pecados”. Cuando se norma el comportamiento político de los medios ahora son ellos (los privados) quienes nos regulan, porque dicen que no cumplimos con el equilibrio informativo. ¿En qué quedamos?
Pero, además, como lo hace la prensa escrita comercial y privada (por eso llevan nombres de mercado y no de información pública), la generalización es su norte: todos somos públicos, oficialistas, estatales o incautados. No hacen distinción alguna. Y con eso intentan desprestigiar o deslegitimar el ejercicio profesional de un grupo muy grande de periodistas responsables.
El equilibrio no es un 50/50, y menos una camisa de fuerza para informar sobre lo más trascendente e importante para nuestros lectores. Si bien la norma para estas elecciones fija unas condiciones, ¿la misma indica que no se publique nada de lo que hace el Gobierno, los municipios y las entidades autónomas? ¿Dice en alguna parte eso?
Por ejemplo, si mañana la Fiscalía, el Consejo de Participación, la Corte Nacional de Justicia o cualquier otra entidad autónoma, así como las alcaldías, deciden algo importante para la ciudadanía, como estamos en campaña, ¿debemos silenciarnos, como lo han hecho con diversidad de acontecimientos de interés público los medios comerciales de este país en estos seis años?
Si algún medio, de la índole que sea, rompe la norma establecida en la reforma al Código de la Democracia, que sean las autoridades respectivas las que señalen la falta e impongan la sanción, pero no nos den clases de moral quienes han levantado banderas de otro color durante estos años.