Existe el término “glocal” que no es más que un acrónimo de las palabras global y local. Muchos lo definen como una tendencia empresarial de economía globalizada. La tendencia implica —según los expertos— en “pensar globalmente, actuar localmente”.

El concepto puede resultar distante para el ciudadano de a pie. Sin embargo, esa idea de pensar en la globalidad y actuar en lo local ya es aplicada por transnacionales. Ellos personalizan sus productos de acuerdo con la idiosincrasia de cada localidad. Pero si se puede retomar la idea de lo glocal y se invierte el concepto, se puede pensar en un modelo de crecimiento de ciudad. Quito tiene el reto de consolidar su desarrollo, de fortalecer la localidad; pero también el desafío de incrustarse en un mundo interconectado.

La tecnología de la comunicación rompe las barreras geográficas y permite acercar otros contextos a la gente. Quito hoy celebra su fundación española, que es una suerte de validación de sus tradiciones. Pero también tiene en el horizonte la necesidad de repensarse en un mundo global. Otras capitales discuten sobre las ciudades inteligentes, incluso más allá de la tecnología.

El ingreso a un mundo global requiere que lo local esté fortalecido. Que los ciudadanos conozcan (y respeten) sus entornos, sepan de su historia y cultura para que a su vez actúen en un contexto libre de fronteras. Las autoridades nacionales y locales deben contribuir para que las ciudades aprendan de los beneficios del rompimiento de fronteras geográficas. El conocimiento es la principal herramienta para consolidar el pensamiento crítico en el nuevo contexto tecnológico.

Quienes han analizado el término “glocal” dicen que ser local y global a la vez “es muy difícil para los excluyentes” porque se creen mejores que los demás y no están dispuestos a convivir. Lo “glocal” invita a involucrarse y no aislarse. Quito de a poco ha aprendido a ser más cosmopolita y debe mantener su identidad en un mundo global. (O)