Es el cantón más grande del país. Tiene 2,78 millones de habitantes, entre propios y ajenos, y pasa de semáforo rojo a amarillo. Quito, la capital de ecuatoriana, entra desde hoy a la nueva normalidad y a la reactivación económica después de 77 días de aislamiento y de pandemia. ¿Qué significa el semáforo amarillo para la capital? Medidas para abrir la economía y seguir cuidando la salud personal y la de los demás.
El Centro de Operaciones de Emergencia (COE) Nacional emitió las directrices para los sectores productivos que están obligados a mantener protocolos de bioseguridad para retomar sus actividades con responsabilidad. Por ejemplo, asegurar que las áreas comunes de los centros de trabajo cumplan el distanciamiento social y cuenten con transporte institucional con el 50% de ocupación para sus empleados a fin de evitar las aglomeraciones.
Los mercados, supermercados, centros comerciales y abrirán sus puertas de lunes a domingo, mientras los restaurantes podrán recibir solo el 30% de su aforo. Otras medidas son el toque de queda será de 21:00 a 05:00; la circulación de vehículos particulares (incluidas motos) será de acuerdo con el último número de la placa -par o impar-. También los taxis y transporte mixto circularán todos los días, según el último dígito de la placa (par o impar).
En el semáforo amarillo, además, se autoriza el transporte interparroquial e intercantonal (entre cantones con el mismo color). Y el transporte interprovincial entre cantones de provincias colindantes que tengan el mismo color. Pero en Quito se mantiene suspendida la jornada laboral presencial en el sector público hasta el 15 de junio. También se reiniciarán los vuelos internacionales y este país será el primero en la región en retomar el transporte aéreo comercial. Sin embargo, los pasajeros necesitarán llegar con cuatro horas de anticipación al aeropuerto para pasar por los controles de bioseguridad.
En este semáforo amarillo y en los otros es indispensable la corresponsabilidad ciudadana porque sin ella hay el peligro de contagiarse y de no sobrevivir a la amenaza del virus invisible que aún está con nosotros. (O)