Más allá de los aspectos técnicos, con la crisis económica y financiera en Grecia han saltado al terreno de la reflexión algunos elementos que más apuntan a un entendimiento político de su gravedad. Tras triunfar en el referéndum, el Gobierno colocó un potente mensaje a la Unión Europea: las decisiones tomadas (resistir a las imposiciones) cuentan con el respaldo popular y deben ser consideradas en ese sentido.
De otro modo, otra vez, no decidirían los gobiernos, sino los bancos, y aquellos organismos internacionales que se han constituido en supragobiernos. Entonces, la primera lección es que, para lo que sea, hay que contar y pensar con el pueblo.
La segunda: por encima de esos aspectos técnicos, hay una realidad que no se parece ni a la crisis de América Latina de los 90 ni a la misma europea en toda su plenitud. Y de ahí que hace falta una presión real y soberana sobre quienes, con mejores condiciones, quieren hablar como si el negocio que se les cae fuera de un banco y no del bienestar de una nación. Por eso, señalar que es una lección contra el ‘populismo’ es una aberración. (O)