Que dos ciudadanos hayan decidido demandar a tres diarios de una provincia es un hecho inusual e interesante. Especialmente porque parece que nos acostumbramos o nos “encantamos” con el morbo de los muertos, descuartizados, mutilados y/o desfigurados que esos diarios (y otros más) presentan a diario en sus portadas. Y como tal “acostumbramiento” conlleva a la irreflexión y hasta la aceptación, que alguien lo denuncie constituye algo fuera de lo común.
Y al mismo tiempo es interesante porque coloca el tema en varias dimensiones. La fundamental: tal como lo señalan los demandantes, ni siquiera piden castigo, solo piden que se prohíba seguir ofendiendo a las personas. En esto cabe diferenciar: ellos hablan de los lectores y de las familias de los retratados por esos periódicos.
Ojalá no se tome esto como un atentado contra la libertad de expresión y constituya más adelante motivo de acción política de candidatos y opositores, ni siquiera a un gobierno sino a unos valores democráticos fundamentales.
Y lo más importante de todo es que la ciudadanía se empodera de un tema, asume una demanda en función de precautelar esos valores. No hemos visto a ningún gremio periodístico, academia y menos a los dueños de los medios pronunciarse sobre este tipo de “periodismo” que ni siquiera informa adecuadamente, pero como le rinde réditos económicos a los dueños de esos periódicos todo el asunto pasa de “agache”.
Mientras más debate, educación y pedagogía hagamos de estos asuntos, mejor para la convivencia democrática, que no requiere ofensas ni sensacionalismo amarillista. Y sobre todo para acabar con el irrespeto a familias que, aparte del dolor de perder a un pariente, tienen que cargar con el estigma de la foto sangrienta.