La bandera roja que Irán izó en clara señal de guerra y las advertencias de EE.UU. que tomará “represalias importantes” si el país islámico ataca son signos alarmantes que ponen en peligro la paz en el mundo.

Nuevamente nos enfrentamos a la posibilidad de un conflicto bélico que puede involucrar a gran parte de la humanidad. Luego de que terminara la Segunda Guerra Mundial en 1945 se han dado algunos capítulos peligrosos, como la crisis de los misiles en 1960 –que enfrentaba a EE.UU. y la entonces Unión Soviética–, pero que por fortuna fueron superados.

Pero en este caso, más que las diferencias políticas, el conflicto entre EE.UU. e Irán, que parece extenderse también a Irak, puede ir más allá de un choque en el plano militar y pone nuevamente de frente a dos culturas que por siglos han luchado por la supremacía, aunque hasta ahora han tenido que coexistir.

El presidente Donald Trump ha advertido a Irán que su represalia puede incluir el ataque a los sitios culturales del islam, aun cuando dentro de su propia administración algunos estiman que aquello constituiría un crimen de guerra, según el derecho internacional.

Hasta el momento, la respuesta oficial de Irán a la eliminación física del general Soleimani se circunscribe a amenazas contra sitios militares estadounidenses. No obstante, la historia tiene sobrados ejemplos de que el ataque a los símbolos culturales es una vieja práctica para ciertos grupos extremistas, entre los que se encuentran los islámicos, como Al Qaeda.

Las diferencias entre culturas han sido frecuente fuente de incomprensiones entre los pueblos, y motivo de conflictos y guerras que en los últimos años han podido constatarse. Es necesario un diálogo constructivo, basado en la protección de la identidad y en el reconocimiento de una unidad subyacente.

Esto no significa una uniformidad forzada sino la convergencia de una multiforme variedad, y por ello se convierte en signo de riqueza y promesa de desarrollo para todas las culturas. (O)