“Nos fregamos”. Esa fue la expresión de Manuel Ch., conductor de la cooperativa Transporsel, ante la decisión del alcalde Mauricio Rodas de mantener la tarifa de $ 0,25 para el transporte público. Su reacción no fue gratuita, pues cree que los propietarios de los vehículos les exigirán llevar más dinero del que actualmente entregan al finalizar su jornada.

Ese criterio es compartido por Javier P., conductor de la cooperativa Catar, quien comentó que al concluir el día  hay ciertos propietarios de buses que les exigen llevar una caja de $ 200 y si no lo hacen “nos pagan $ 20 por ese día, dinero que no nos alcanza para nuestras familias”.

Manuel Ch. y Javier P. son choferes desde hace más de 25 años. Ellos aseguran que hace 1 año, cuando se implementó el sistema de caja común, percibían un sueldo mensual de $ 700, pero cuando llevan menos dinero les entregan solo $20 por el día. En el caso de Javier P. maneja el bus desde las 05:00 hasta las 22:00. “Ni siquiera tenemos tiempo de receso para almorzar, comemos en el bus, mientras manejamos”, detalló.

Por ello cree que la decisión del Alcalde no será beneficiosa para los choferes de bus. “Nos exigirán llevar más dinero”, insiste. Javier P. se siente preocupado de que la medida adoptada por el Cabildo quiteño no haya sido consensuada entre los conductores, sino solo a nivel de los propietarios. “Quienes manejamos y recibimos a diario la presión de estar al frente del carro somos nosotros”, dijo.  

El conductor detalló que a pesar de estar afiliados al IESS, jamás les pagan décimos ni ningún otro incentivo legal.

Germán Simbaña (74 años) y Pilar Serrano (69 años) usan autobuses a diario. Comentaron que el trato para los adultos mayores no es el adecuado. “No hay respeto, nos lanzan”, dijo Serrano.

Con él coincide Héctor Moscoso, quien sufre discapacidad física. Dijo que tomar un bus “es todo un suplicio”, pues afirmó que no siempre le llevan y que cuando lo hacen no esperan a que se acomode y arrancan. “No se dan cuenta de que uso un bastón y necesito ayuda”. La situación también es complicada para  Joselyn Tigasi (22 años), quien se moviliza en silla de ruedas. Vive en el sur de Quito y afirmó que ni siquiera en la parada de bus le permiten subirse: “primero hacen subir a todo el mundo, pasan por encima mío”, aseguró.

Tigasi comentó que cuando la miran los buses prefieren no detenerse. “Se cambian de carril y me ignoran, es duro ir en autobús”, dijo.

Mariela Cabezas (27 años) siente miedo de movilizarse con su silla de ruedas. “Temo que me tumben y no me respeten, por eso no me movilizo siempre en esas unidades; cuando tengo que hacerlo prefiero el Trolebús, en donde tampoco me respetan, ya que muchas veces ponen costales en el sitio asignado para personas con discapacidad”.

Afirma que el transporte urbano no brinda facilidades a las personas de su condición porque no ofrecen accesos preferenciales. “Es un caos y un peligro constante”.