Conozca la química del amor
Todos los seres vivos sufren cambios en su organismo durante la época de aparamiento. Es un mecanismo evolutivo que surgió para lograr que las especies -incluyendo humanos- se propaguen.
Las emociones humanas están relacionadas con la secreción de varias sustancias. Por ejemplo, cuando se siente que estamos en peligro, el cerebro ordena una buena descarga de adrenalina, la hormona que prepara al cuerpo a huir.
Algo similar sucede cuando se trata de transmitir los genes. Las sustancias naturales del cuerpo hacen que el amor evolucione con el tiempo y vaya por etapas, que serían cuatro y ninguna de estas con un plazo fijo.
La primera es la del enamoramiento y la pasión. Cuando hablamos con la persona que nos gusta, sentimos “mariposas” en el estómago y apenas podemos balbucear algunas frases incoherentes. ¿Qué pasa en el cuerpo cuando encontramos a la persona deseada? Lo primero que se dispara es una señal de alarma y el organismo entra en ebullición. El cerebro libera sustancias como la dopamina y la oxitocina que nos generan placer y aumentan la atracción sexual. Es una etapa de idealización: no importan los defectos o las diferencias que haya con la otra persona.
La consideramos perfecta, porque la química cerebral hace perder la capacidad de razonamiento. Los escáneres cerebrales demuestran que las sustancias inhiben la actividad en el lóbulo temporal, el encargado de advertirnos sobre los riesgos. La naturaleza lo hace para que nos propaguemos y, aunque no nos guste reconocerlo, se parece mucho al período de celo de los mamíferos aunque suele ser más largo.
Aquí el amor es ciego y actúa en los seremos humanos como una droga adictiva que genera obsesión y dependencia. Por fortuna, para la salud mental esta fase solo dura seis meses.
Viene ahora la segunda etapa: el amor propiamente dicho. El paso del enamoramiento al amor es el más difícil y lo que pone a prueba a la pareja: o vence la decepción o la relación se fortalece.
La dopamina baja su actividad, y a la pasión enceguecedora le sigue un amor más maduro: somos más conscientes de las diferencias y empezamos a evaluar el futuro. Si ahora, racionalmente, llegamos a la conclusión que compartimos intereses y valores y somos correspondidos, el cerebro segrega nuevas sustancias, las endorfinas y la vasopresina que generan confianza y seguridad con la otra persona y afianzan el vínculo entre ellos. Priman ahora la unión emocional y el sosiego, que la evolución ha previsto para lograr estabilidad y que la pareja pueda criar a su descendencia. La mala noticia es que esta etapa también tiene una fecha de caducidad. (...continúa)