Los hermanos son esos seres angelicales y endemoniados a los que estamos atados por un buen lapso de nuestra vida. Son aquellos a los que tenemos que ceder un pedazo de nuestro postre favorito o la otra mitad del dormitorio. Los que nos ‘acolitan’ en las aventuras y también los que nos delatan frente a nuestros padres. Pero los hermanos también podrían ser quienes más influyan en nuestra vida incluso por sobre nuestros padres o nuestros amigos.

No nacemos como una hoja en blanco.  ‘De fábrica’ nos vienen genes que influirán en la formación de nuestra personalidad, la cual iremos moldeando también con educación. Somos -entonces- el producto de ambas cosas:  de lo genético y de lo ambiental.

Dentro de ese ambiente –creen los investigadores- una de las influencias más poderosas son los hermanos, pues gracias a ellos iríamos recogiendo experiencias y destrezas para lidiar en el plano social en el futuro.    Y para avalarlo basta ver el tiempo que de niños pasamos con ellos.

Un estudio de la Universidad Estatal de Pennsylvania cuantificó el tiempo que los hermanos pasan juntos. A la edad de 11 años –asegura el estudio- los chicos comparten el 33% de su tiempo libre. Más de lo que comparten con los padres, los compañeros de clase o los maestros… incluso más que el tiempo que están solos. Un estudio posterior mostró que durante la etapa de la adolescencia, el tiempo que comparten con sus hermanos es de al menos 10 horas semanales. Eso es considerable si se toma en cuenta que el colegio, la práctica de los deportes y la vida social no les deja mucho tiempo libre. En hogares latinos las horas compartidas ascienden a 17 semanales.

Por otra parte, un estudio dirigido por Laurie Kramer de la Universidad de Urbana-Champaign de Illinois, encontró que los niños de entre 3 y 7 años tienen 3.5 conflictos por hora con sus hermanos y los más pequeñitos, de 2 a 4 años, tienen uno cada 10 minutos. Este dato científicamente obtenido –tan evidente para las madres de más de un hijo- es interesante porque significa que los niños están constantemente enfrentados a problemas y obligados a resolverlos, a transar con el otro y –también- a perdonar. (...contnúa)