Tus héroes por fantasmas: la revolución vista desde adentro
Los vencedores deciden qué es un crimen de guerra. Soy un vencedor, así que yo decido.
The Act of Killing
Mientras escribo esto, hay muertes por protestas en Nicaragua que sacuden los medios, al igual que otras muertes, en la frontera con Colombia, continúan sacudiendo nuestro país. Y, durante ambos acontecimientos sangrientos, se bombardeó Siria.
En el caso de Ecuador, hemos pasado de vivir con el miedo a la muerte en cualquier esquina por la inseguridad, o porque la vida no vale nada y se la cancela por unos cuantos dólares pagando a un sicario, o por la costumbre insana de vivir inmersos en una cultura de crónica roja, aceptando los crímenes diarios que transmiten los medios de comunicación como una huella podrida de nuestra identidad, a tener la certeza de que si avanzas a una región determinada hallarás la muerte. Se ha perdido finalmente algo: la posibilidad.
De ahora en adelante viviremos con la certeza de una amenaza que se cierne sobre la ciudadanía, y que parece haber estado siempre allí, pero que es precisamente ahora cuando expresa su horror.
La guerra es un negocio, pero de resultados lamentables, y del que hay siempre dos lados que se verán afectados y relatarán los hechos del modo más conveniente. En una realidad como la nuestra, supuestamente de seres más racionales y sensibles, la guerra es una actividad estúpida bajo cualquier bandera que se abrace.
Todo apunta a que hay que dudar de los ideales. Sobre todo de aquellos ideales que enceguecen a los hombres, y bajo los que justifican sus guerras, sus acciones crueles, sus asesinatos, su sed de poder y sangre, cubriendo así la cuota de historia que ellos piensan que se necesita para modificar, precisamente, la historia con H mayúscula.
Un hombre que piensa que tiene la absoluta razón frente a otro, está perdido, porque no encuentra su dirección al diálogo que es el punto de unión de nuestra especie.
Pero sin guerras no hay historia (parece decir la regla). Y el arte, el cine y la literatura se alimentan de estas guerras. Dan cuenta, desde algunas ópticas, de nuestro pobre obrar como civilización. Muchos autores se acercan a retratar diversos procesos convulsos con la idea de extraer de allí, si no alguna parábola, una representación trágica que no alberga la misión de educar, pero quizás sí el deseo de provocar un pensamiento diferente en el lector. Guerra y Paz, Adiós a las armas, La guerra del fin del mundo y Los soldados de Salamina, son algunos ejemplos de libros. O el Guernica de Picasso y La delgada línea roja de Terrence Malick, en pintura y cine.
El escritor Óscar Vela, en su novela Náufragos en tierra, nos lleva hacia otra guerra, a la de Cuba antes de la Revolución cubana, y un poco después. Una historia, la de Cuba, que ha seducido por décadas a los intelectuales de todo el mundo. Y de la que, como toda historia encaramada sobre fusiles, cuenta con puntos de vista distintos. Los rostros de los héroes y los vencidos, de las víctimas y los victimarios, se intercambian con tanta facilidad que al final un héroe no es otra cosa que una alucinación o un fantasma, como reza en la canción de Pink Floyd.
El narrador periodista Ignacio Javier, a través de su amigo Genaro, conoce en Bogotá en 2014 a César Gómez Hernández, uno de los sobrevivientes de la expedición del Granma, yate en el que Fidel Castro, Raúl Castro y el Che Guevara, entre otros 82 revolucionarios, llegaron a Cuba desde México en 1956. Pocos sobrevivirán al desembarco, el Che será herido en el cuello, de modo superficial, por una bala; sin embargo desde allí iniciarán la travesía hacia Sierra Maestra, desde donde solo tres años después acabarán con la dictadura de Fulgencio Batista.
Náufragos en tierra no pretende relatar esa historia, la de los revolucionarios heroicos derrocando al dictador tirano, sino que pretende, a través de la memoria de César Gómez Hernández, un cubano guerrillero y exiliado, hablarnos acerca de la situación política de Cuba como una colonia de España, y luego de Estados Unidos. Una pequeña isla sumergida en ambiciones extranjeras.
Una de las estrategias de Óscar Vela es la interrupción temporal, por medio de la cual el lector se mueve de un año a otro, de un país a otro, para revisar la historia de César Gómez Hernández, que viene a provocar una lectura política y social sobre su país. Un hombre que, desde sus memorias aquí recuperadas a modo de entrevistas, luchó por la independencia de Cuba, desde mucho antes de la Revolución liderada por Fidel Castro.
Es así como entramos en conocimiento de una nación que desde los tiempos de José Martí perseguía su emancipación, alimentada por un ferviente nacionalismo. Es así también como recorremos la propia vida de César Gómez Hernández, su orfandad, su vida de guerrillero urbano en los cuarenta, sus destierros, sus encarcelamientos en México y Cuba. Y su salida definitiva hacia Colombia después de que viera el proceso libertario de su país convertido en su contracara.
Si hay algo que Náufragos en tierra quiere dejar muy en claro es, precisamente, ese punto de vista de su protagonista: que ellos no empuñaron los fusiles por una causa comunista sino nacionalista. Sobre este tema se ha discutido mucho. José Martí era nacionalista y Fidel Castro era martiano. Basta revisar el discurso de Fidel en Estados Unidos en 1959, al igual que una entrevista televisada, en la que niega rotundamente ser comunista. Se trata de la visita que Fidel realizó para entrevistarse con el presidente Eisenhower, y en la que este prefirió jugar al golf, enviando en su lugar a su vicepresidente, Richard Nixon. Desliz diplomático que, para muchos analistas, terminó empujando a Cuba a aliarse con La Unión Soviética.
De prosa impecable, Náufragos en tierra nos guía por décadas de la historia de Cuba, y entreteje además las historias de otros hombres y momentos importantes de ese país, como el asesinato de Antonio Guiteras y el suicidio de Eduardo Chibás.
Además, Óscar Vela, en un intento de generar el encuentro de los opuestos, de hacernos mirar la guerra como un terreno estéril donde nadie tiene la razón, o donde todos creen tenerla, hace del narrador-periodista Ignacio Javier, uno de los descendientes de los hombres fieles al dictador Batista (quien también protagonizó una revuelta y derrocó un gobierno anterior), los que finalmente serán liquidados por los guerrilleros del nuevo orden.
Es así como Náufragos en tierra, una novela que puede leerse como no ficción, gira hacia la ficción para mostrarnos que entre la vida y la muerte, entre las ideologías y la subjetividad de su valor, así como entre los héroes y los villanos, no hay nada más que un ligero sueño que aún no ha terminado de construirse en la cabeza de un hombre, que busca desesperadamente la justicia entre otros. (I)