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Poesía

Rodolfo Hinostroza: Alquimia del espíritu

Obras relevantes: Consejero del Lobo, Contra Natura, Memorial de Casa Grande y Nudo Borromeo y otros poemas.
Obras relevantes: Consejero del Lobo, Contra Natura, Memorial de Casa Grande y Nudo Borromeo y otros poemas.
28 de noviembre de 2016 - 00:00 - Róger Santiváñez, Poeta peruano

El verano de 1974 se abría para mí como un tiempo de promisión. Había ya decidido entregar mi vida a la poesía y abandonando Piura —mi ciudad natal—  deambulaba por las calientes calles de Lima en espera de mi examen de traslado a la Universidad de San Marcos. En uno de mis vagabundeos —¡oh sorpresa!— me encontré con un ejemplar de Contra Natura (Barral, Barcelona, 1971) en la librería de don Juan Mejía Baca, en el centro de la ciudad. Yo tuve noticia de esta edición —desde 1972— cuando leí un excelente artículo sobre el libro firmado por Abelardo Oquendo en Textual, magnífica revista editada por el Instituto Nacional de Cultura (INC) durante el gobierno reformista del general Velasco. Claro que a mediados de 1973 —en unas vacaciones limeñas— me había conseguido la famosa antología de la Generación del 60 —Los Nuevos—, preparada por Leonidas Cevallos en 1967, en la que leí por vez primera poemas de Rodolfo Hinostroza.

Desde entonces quedé prendado para siempre de su extraordinaria poesía. En dicha antología aparece —por ejemplo— ‘La noche increíble’, poema perteneciente a la edición cubana de Consejero del lobo (1965), en el que se reivindica la vida —incluyendo el erotismo— por parte de unos jóvenes bohemios frente a la amenaza nuclear de las crisis de los misiles de 1962. Poema que le costó a Hinostroza el rechazo de la oficialidad cultural cubana; y no solo a él, sino a todos los poetas del grupo y al sello editor El Puente, bajo el que se publicó el libro. Fueron acusados —cuándo no— de  decadentes y arrinconados por el aparato oficial de la revolución. En estas circunstancias fue que —ayudado por su amiga Haydeé Santamaría— el poeta pudo salir de la isla hacia México y retornar al Perú.

Pero quizá lo más resaltante de Los Nuevos es el documento titulado ‘Reflexiones sobre el asunto poético’, especie de manifiesto generacional que constituye —por todo lo alto— una defensa absoluta de la poesía y la libertad de los fueros del arte frente a cualquier tipo de poder político. Y también una afirmación radical del trabajo del poeta en tanto un artesano, cuya misión es purificar el lenguaje y así elevar la condición humana. Esta lección poundiana y la citada defensa —a ultranza— de la poesía están hermosamente graficadas en el notable e influyentepoema ‘Imitación de Propercio’, inserto —como un emblema— en las primeras páginas de Contra Naturaopus magnum— que consagró internacionalmente a Rodolfo Hinostroza, cuando obtuvo el Premio Maldoror de Poesía (1970) por un jurado presidido por Octavio Paz.

Por aquel entonces el poeta vivía en París y había vivido de cerca la revuelta estudiantil de mayo, en 1968, experiencia que se trasunta —bellamente— en lo que podríamos llamar la ideología de dicho libro: “Para arrasar el Poder/ se precisa el Poder: yo buscaré el Tao & Utopía”, y luego: “Mi amada me espera/ en la Puerta de Lilas/ iremos en auto-stop a Salzburgo/ Mozart prende estrellas/ nos revolcaremos sobre campos de avena”. Pensamiento hippie que se redondea en estos versos: “Cantando cosas/ lúbricas forever/ descubriendo la dulzura del Oro de Acapulco/ nuestra propia dulzura/ la naturaleza bien amada/ robando frutas/ vendiendo baratijas hechas por nuestras manos”. Podría decirse que Contra Natura sintetiza toda la visión de la juventud de los años sesenta: rechazo a la violencia del sistema, simbolizado en la oposición a la guerra en Vietnam; utopismo anarquista radical; defensa de la libertad individual; cuestionamiento del capitalismo; reivindicación del arte, el amor erótico y la poesía.

Con todo este bagaje incorporado a mi espíritu es que conocí personalmente a Rodolfo Hinostroza en el verano de 1982, en una de sus visitas a Lima. A partir de allí lo veía cada vez que llegaba al Perú por breves temporadas. Y —desde que se instaló en la Ciudad de los Reyes hacia 1984— una grande amistad me unió al más entrañable maestro y hermano mayor que yo he tenido en la poesía. Toda la vida dispuesto a escuchar mis cuitas personales y mis aprehensiones poéticas, siempre con la palabra justa, inteligente, amable y franca. Querido Rodolfo que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, forever.

Orillas del río Cooper, New Jersey Soith, noviembre 2016.

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