De las palabras a los hechos
¿Podemos hablar de lenguas sin gramática?
Entre la gran cantidad de lenguas que se hablan en el mundo, existen aquellas que no han sido fijadas en un código escrito (al menos, en el sentido occidental), como es el caso de varias lenguas ancestrales, de tradición oral, u otras que tienen sus propios códigos, como la lengua de señas. Algunas no cuentan con textos escritos que las fijen, como diccionarios o tratados gramaticales, y, por esta razón, muchas veces se cae en el error de pensar que carecen de léxico y gramática, lo que es, en realidad, una gran muestra de ignorancia. Todo idioma atesora un repertorio léxico propio y una gramática propia. El hecho de que se trate de lenguas ágrafas o que cuentan con otro tipo de códigos no quiere decir que se trate de lenguas menores y agramaticales. Todo idioma, al ser parte de un grupo humano, de una sociedad, es igual de valioso aunque su sistematización no se encuentre expresada en códigos occidentales.
Para una comunidad, la lengua es parte de su patrimonio intangible, no puede ‘tocarse’ ni ‘verse’, pero todo pasa a través de ella, en ella están configuradas las relaciones entre los individuos, las relaciones de estos con el mundo, las convenciones que facilitan la permanencia y la trascendencia. Para que los hablantes puedan entenderse entre sí, es necesario que exista una serie de convenciones, de reglas implícitas que permitan la convivencia y el entendimiento. Estas convenciones y reglas son, precisamente, las que encontramos en las gramáticas. El que los elementos de la lengua estén ordenados de una manera y no de otra, o que estos concuerden en contextos diversos ya nos da cuenta de que se trata de una lengua con cierta estructura. De hecho, para entender una lengua es necesario acercarse a sus estructuras, ver cómo se configura y se organiza; con un análisis abierto y concienzudo es sencillo advertir que la lengua, cualquiera que sea, tiene una gramática. Todos los hablantes son personas inteligentes, con capacidad de ordenar su mundo a través de la lengua.
También, todas las lenguas cuentan con un repertorio léxico. Todas tienen sus maneras de nombrar las cosas, y esta nominación pasa por su conocimiento del mundo y su relación con este. El hecho de que una lengua no cuente con una grafía no quiere decir que no sepa cómo nombrar al mundo. En las lenguas escritas, los diccionarios nos ayudan en gran medida a fijar ese repertorio; en las lenguas orales, la principal herramienta es la comunicación hablada, el pasar de individuo a individuo esos significados, esas maneras de nombrar el entorno. No existe un mejor o peor método, no hay un idioma más valioso que otro. Hay configuraciones del mundo e individuos que se comunican, y ese es el maravilloso poder de las palabras.