El Consejo Nacional Electoral (CNE) deberá esta semana decirle al país exactamente cómo va a resolver el tema de las firmas fraudulentas. Esto obviamente es vital para la salud de la democracia ecuatoriana. Sin que sepamos cómo se va a afrontar el próximo proceso electoral, los actores políticos seguirán jugando a la especulación y al espectáculo mediático.
Incluso los más escandalosos saben que solo ahí existen para la ciudadanía, como si en la bulla su presencia se hiciera válida, porque cuando la estabilidad y la norma prevalecen su imagen y presencia desaparecen de todo escenario. Bastaría con leer los “twitts” de cierto ex presidente y de su heredero para validar esta tesis.
El CNE sabe que tiene una enorme responsabilidad en sus manos y no puede dejar pasar mucho tiempo. Es más: si de esta semana no obtenemos certezas, quizá se complique hasta el cronograma electoral.
Y en esta semana, es de suponer, por lo que dijo el presidente Rafael Correa, que se sepa si Ecuador acepta la solicitud de Julian Assange. De ocurrir, evidentemente, entraremos en otro escenario, quizá el más complejo: conocer si Londres otorga el salvoconducto para que el fundador de WikiLeaks pueda salir de Inglaterra.
Lo hemos dicho desde este espacio en varias ocasiones que el pedido se justifica, tiene sentido y el Ecuador tiene ante sí una enorme tarea histórica. No solo porque sienta un precedente, sino porque lo que está en juego es la vida de un ser humano. Y frente a ello no hay duda alguna ni suspicacia que valga.
De no otorgar Inglaterra el salvoconducto, entraremos en una etapa conflictiva, de alta tensión para todas las partes y, en particular para el Ecuador, de una postura que defienda con absoluta juridicidad y apego al derecho humanitario su decisión soberana y muy independiente.