La razón no pide fuerza, dice un refrán popular. Y cabe perfectamente para describir lo ocurrido el viernes pasado en la sede de la OEA. No hubo triunfadores (no se trataba de eso). Menos perdedores, como quieren mostrar los medios y periodistas de la SIP, principal fuerza política opositora al fortalecimiento del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH). Hubo ante todo una discusión profunda, con todos sus matices, para defender los valores fundamentales de la Carta Universal de los Derechos Humanos y para procesar la necesidad de un cambio en las instituciones del SIDH: la Comisión y la Corte Interamericanas. Nunca antes un país “pequeño” como Ecuador había sentado a toda América a discutir a fondo este tema. Si no era por la imposición de los “grandes” o por la agenda del país hegemónico del continente, nadie se atrevía a discutir ni siquiera por qué la OEA se llama Organización y no Comunidad de Estados Americanos, mucho menos por qué su sede es EE.UU, o su universalidad y financiamiento.
Ahora, tras la ofensiva diplomática ecuatoriana los países del continente van a tener que discutir y definir sus posturas sin mediar para ello un límite y mucho menos el cierre de un ciclo como quisieron los “lobbystas” financiados por las poderosas “oenegés” internacionales.
De hecho, el resultado del viernes da paso a que todas las relatorías tengan un financiamiento adecuado para su funcionamiento. ¿Eso no es un avance importante para quienes luchan por la defensa de todos los derechos y no solo el de la libertad de expresión? Y el otro gran avance, que no dependerá ya solo de Ecuador, es sostener una discusión para que se generen los cambios sobre los temas medulares que ha propuesto nuestro país. Si el regocijo de la prensa privada nacional y las oenegés es por un supuesto triunfo, sepan bien que ante todo hay un país soberano que expone con dignidad puntos de vista renovadores y no se aferra a un conservadurismo mercantil y desdibujado de los derechos humanos.