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El Telégrafo

El futuro de la OEA, según el secretario general Almagro

01 de noviembre de 2019

El primer intento por lograr la integración plena entre los países de América fue en 1826, en el Congreso de Panamá, que fue promovido por Bolívar.

En ese mismo siglo hubo algunos avances; sin embargo, recién en 1948, un total de 21 países, incluido Ecuador, dieron forma orgánica a la Organización de Estados Americanos (OEA) que, en la actualidad, está integrada por 35 países, más algunas naciones con el carácter de observadoras.

Durante el siglo XX las preocupaciones del organismo se centraban en los problemas que afectaban a la democracia continental por causa de las dictaduras militares.

En ese marco de integración también nacieron los organismos de derechos humanos de la OEA, enfocados básicamente en preservar los sistemas democráticos en todos los países. En los últimos años del siglo anterior surgió el tema del narcotráfico y de las guerrillas que sembraron el terror en las zonas urbanas y rurales, y la migración de campesinos en países centroamericanos y en Colombia.

La amenaza del narcotráfico sigue latente y se suma otra preocupación hemisférica: la seguridad pública. Ecuador fue el anfitrión de la cumbre, cuyo propósito fue la lucha conjunta contra los delitos transnacionales causados por la delincuencia organizada.

El secretario general de la OEA, Luis Almagro, dictó una conferencia magistral en la Cancillería, a la que denominó “El futuro de la democracia en las Américas”. Recordó la vocación histórica de nuestros países por la paz y la democracia.

La OEA, explicó, aplicó en nueve ocasiones la Carta Democrática Interamericana, sin embargo “a veces nos ha polarizado la ideología”. Ese elemento ha pretendido interferir en las fortalezas de las instituciones democráticas.

Y concluyó con una preocupación muy actual, como es el uso de las tecnologías para difundir información falsa, tal como fue constatado durante las protestas en Ecuador y en Chile. El futuro de la democracia -remarcó- está en cada uno de nosotros, en nuestra capacidad de reconocer los derechos de las demás personas. (O)

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