Dieciséis mujeres tienen como objetivo unirse al Cuerpo de Agentes de Control Metropolitano en Guayaquil. La imagen que se viene a la mente cada vez que se menciona a los metropolitanos es la de los “garroteros” que sacan de las zonas regeneradas a los vendedores informales, la de aquellos que decomisan los fogones a las mujeres -en su mayoría indígenas- que venden maduro asado por las calles de la urbe.

La ciudadanía tiene en la retina las recurrentes escenas donde los uniformados municipales llegan en camionetas y los informales se ponen a buen recaudo para que no les quiten sus herramientas de trabajo.

Entonces, ahora que se ha hecho un espacio de inclusión para las mujeres, ojalá tengan la capacitación y el entrenamiento necesario para lidiar con esa problemática sin llegar a la violencia y represión, que es lo que siempre se ha visto en las calles de Guayaquil, por parte de los metropolitanos.

Ninguna ciudad necesita poner orden o controlarlo con violencia, es un tema de socialización, capacitación, de emprendimientos que sean regulados y de que los vendedores se empoderen de la ciudad donde viven y velen por su seguridad, ornato, turismo, seguridad.

La nueva autoridad municipal, siendo mujer, debe marcar la diferencia de su antecesor y trabajar por una ciudad regenerada y ordenada, sí, pero también inclusiva, con espacios donde los emprendimientos sean una puerta, no solo para mejorar la economía de muchos hogares, sino también para ser una vitrina hasta la cual lleguen nacionales y extranjeros.

El orden y la seguridad van de la mano, siempre y cuando no haya represión sino canales a través de los cuales se gestione de mejor manera el uso de las calles, sus veredas, sus esquinas, sus parques...

No hay que transgredir las ordenanzas, pues de ello depende que una ciudad evolucione. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las urbes no le pertenecen a un alcalde sino a todos sus habitantes. (O)