Las mujeres son buenas pagadoras de deudas, invierten mejor su dinero y su esperanza de vida es más alta que la de los hombres; el mismo presidente de la Asociación de Bancos Privados del Ecuador, Julio José Prado, reconoce estas características propias de las mujeres. Esto es importante ya que si desde los dirigentes gremiales o cabezas de las instituciones financieras no se impulsan políticas de género, las brechas de acceso a servicios bancarios, en este caso, tardarían aún más en cerrarse.
En América Latina, el 58% de los hombres posee una cuenta bancaria, mientras que en el caso de las mujeres el porcentaje es del 51%. En Ecuador, la brecha de género en este servicio es de 17 puntos (60% de hombres acceden a una cuenta propia frente al 43% de mujeres), con lo que supera el promedio regional. Las diferencias, aunque en diferentes proporciones, se repiten en otros ámbitos, como en el acceso a programas de ahorro formal, a tarjetas de crédito o a préstamos bancarios.
Las razones son varias, pero en general son consecuencia de las desigualdades de género existentes en el mercado laboral y en la inserción económica de las mujeres. Esto causa que al momento en que una mujer solicite un servicio bancario, las entidades no encuentren las suficientes garantías o un historial crediticio “confiable” para ellas. A esto se suma una falta de educación financiera y prejuicios sociales que todavía persisten en algunas comunidades, como la idea de que “el hombre debe manejar el dinero”.
Matilde Mordt, representante del PNUD en Ecuador, considera que la inclusión financiera no es neutral al género, ya que se necesitan políticas exclusivas que contemplen la realidad de las mujeres. Afortunadamente, algunos bancos ecuatorianos ya están en ese camino y han creado productos financieros específicos para las féminas, sobre todo para las emprendedoras que quieren iniciar su negocio. Otros han eliminado el requisito de la firma del cónyuge para acceder a un crédito. (O)