La vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, se presentó en una rueda de prensa ofrecida, el viernes pasado, para jurar que no existe ninguna crisis migratoria en su país. Con su habitual tono de barricada aseguró que todo se trata un invento de los enemigos del socialismo.
Mostrando unos gráficos de 2015, Rodríguez aseguró que ecuatorianos, peruanos, brasileños y colombianos se fueron de sus países de origen en mayor cantidad que sus coterráneos y que la patria chavista está lista para recibir la peregrinación masiva de extranjeros que irán a disfrutar de la abundancia alimentaria.
Ya nada produce asombro de todo esto. Los cultores y mentores de esta farsa son todos iguales. En vida, Hugo Chávez, varias veces hizo gala de su pésima aritmética. En un segmento llamado “viernes de economía”, frente a una pizarra escolar, multiplicó 5 por 3 y consiguió 18. Así, torpemente, calculó el precio del diésel. Después, en un mitin político del Frente Campesino aseguró que multiplicar 7 por 8 equivale a 56 y así calculó un subsidio. Todo esto sucedió frente a sus cabizbajos ministros que no pudieron corregir nada porque eso equivaldría a traicionar a la patria.
Hace días, Jorge Rodríguez, ministro de comunicación de Venezuela, aseguró públicamente que un trabajador labora 800 horas al mes. Si un mes tiene 30 días de 24 horas, todo el mes tendría hasta 720 horas, pero así se calculó los nuevos salarios de los venezolanos.
En el 2016, mientras era presidente de Ecuador, Rafael Correa también hizo el ridículo frente a una pizarra, adulterando una fórmula macroeconómica frente a un auditorio de universitarios. En el mismo año, un grupo de arribistas recabaron 45.000 firmas para la reelección de Correa, conseguidas en el cantón Penipe cuya población es de 7.000 habitantes. Ni la lógica, ni las matemáticas, ni la sensatez acompañan a esta gente encaramada en el poder.
Son quienes toman decisiones por todos y lo hacen así, inspirados en la estupidez. (O)