El director general del Servicio Integrado de Seguridad ECU-911, Juan Zapata, denunciaba la semana pasada que más de la mitad de las llamadas recibidas en el sistema durante la crisis ocasionada por el covid-19 han sido falsas.
Entre el 29 de febrero y el mediodía del 20 de marzo, el ECU-911 había recibido 330.442 llamadas. Y de ellas, un 55% resultaron “de mal uso” del servicio. La cifra representa un incremento de 10 puntos en el índice de llamadas falsas en relación con los niveles de periodos previos.
El funcionario explicó que al call center del sistema ingresan llamadas para, por ejemplo, pedir hamburguesas, solicitar taxis, preguntar si se puede abrir las ventanas o para saber qué cooperativa de ahorro y crédito está activa. Eso lo atribuye a que muchos niños, niñas y adolescentes están en sus casas y “no encuentran nada más divertido” que llamar a la línea de emergencias.
Zapata advirtió que el aumento de mal uso del sistema de comunicación junto con el incremento de pedidos de ayuda debido a la situación sanitaria que atraviesa el país ha provocado el encolamiento de 28 a 30 llamadas en el call center; es decir, que una persona que afronta una emergencia real debe esperar en estos días que primero se evacúe a 28 o 30 personas antes que ella.
Esto resulta fácil de comprobar cuando se revisan las redes sociales del ECU-911 y se advierten las quejas de usuarios que reclaman una atención pronta de los funcionarios que integran el servicio.
Resulta inconcebible que en una crisis de la magnitud que atravesamos haya personas que se dediquen a realizar bromas al personal de servicio cuyo trabajo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte de alguien. Más aún, cabe preguntarse qué control ejercen los padres de esos menores sobre ellos.
La epidemia requiere la responsabilidad de todos. Y ello incluye el buen uso de herramientas como la línea 911, además de los sistemas tecnológicos implementados por el Gobierno para atender la emergencia sanitaria como el número 171 y la plataforma SaludEc. (O)