China conmemoró la semana pasada los 70 años de la adopción del comunismo como modelo estatal convertida en la segunda mayor economía del mundo, después de EE.UU.
El despegue económico del gigante asiático no ocurrió, sin embargo, durante el gobierno del fundador de la República Popular China, Mao Zedong (de 1949 a 1976), sino tras su muerte y la apertura del país a las ideas de libre mercado.
Según cifras de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), el Producto Interno Bruto (PIB) de la nación pasó de $ 215.853 millones en 1978 a más de $ 12.000 miles de millones (un 12 con 15 ceros) en 2017.
Asimismo, datos de la Oficina Nacional de Estadísticas de China muestran que el nivel de pobreza cayó en el país del 97,5% de la población registrado hace 41 años al 3,2% medido al final de 2017.
Un ejemplo similar es el de Vietnam, que libró una guerra abierta contra fuerzas estadounidenses y un régimen pronorteamericano establecido en el sur del país entre 1964 y 1975, y que concluyó con la victoria comunista.
Diez años después de intentos de sostener proyectos colectivistas, las autoridades de la nación del sureste asiático adoptaron reformas de libre mercado, incluida la promoción de la propiedad privada, lo que permitió al país alcanzar un rápido crecimiento industrial, agrario, de la construcción y exportaciones.
Y los países que estuvieron integrados a la esfera soviética han logrado diversos niveles de prosperidad tras la caída del muro de Berlín en 1989 y la desintegración de la ex potencia, un año después.
En todos los casos, el sueño de desarrollarse a través rígidas planificaciones estatales, proyectos colectivistas e ideas de repartición de una riqueza que nunca llega a crearse no tuvieron éxito.
El mejoramiento del nivel de vida, con fallas, problemas y desigualdades, fue logrado por la vía del emprendimiento, el trabajo y el respeto a la propiedad privada. (O)