Mientras el coronavirus se expande por el mundo, otra epidemia peligrosa prolifera y es la desinformación en torno al tema. En las redes circulan noticias falsas sobre números de infectados que no coinciden con las cifras que manejan organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ya ha alertado sobre esta “infodemia”.
También aparecen quienes dicen tener la cura para este mal cuando es de conocimiento público que varios países buscan una vacuna que, según los cálculos más optimistas, solo puede estar antes de un año de intensos estudios.
Hay que tener en cuenta que las farmacéuticas, paradójicamente, se benefician con estas situaciones, pues muchas personas incautas elevan el consumo de algunos medicamentos llevados por falsas informaciones que circulan -precisamente- en las redes y que confieren presuntas propiedades preventivas o curativas a ciertos fármacos.
Otro tip desinformativo es el que genera dudas sobre el origen de la enfermedad a la que algunos le atribuyen, sin pruebas aún, causas no naturales, como la de haber sido creada en un laboratorio de Wuhan.
Es una realidad que el virus se expande, y ya se presentó el primer caso en América Latina al dar positivo un ciudadano brasileño que había viajado desde Italia, país europeo donde la enfermedad debutó y se extiende con una fuerza un tanto inesperada.
También se analiza otro caso de posible infestación en Bolivia que, geográficamente, se encuentra más cercana a Ecuador. El caso detectado en Brasil subió las alertas en la región, pues se trata del mayor territorio con fronteras comunes con casi todos los países sudamericanos.
Ecuador, como primera medida, ha elevado los mecanismos de control en sus aeropuertos, y en especial sobre los viajeros procedentes de China, Corea, Italia e Irán. Mientras, la desinformación se expande en todos los idiomas, lo que provoca desconfianza en la población, cuando lo correcto es la prudencia sin triunfalismos y la solidaridad. (O)