En el afán de que se debata y reflexione a todo nivel, con los mayores y mejores argumentos, este diario ha desplegado una serie de temas, entrevistas, reportajes y perfiles de los actores políticos. Y, valga la ocasión, no han sido precisamente “oficialistas” como acostumbran a endilgarnos quienes no nos leen o haciéndolo no escatiman en prejuicios. En particular esta semana nos hemos enfocado en lo que hacen las llamadas izquierdas del Ecuador, en su expresión orgánica, denominada Unidad Plurinacional de Izquierdas.
Y de todo ello hay un balance preliminar que podría abrir otros debates también. El más importante resultado es que no hay un planteamiento claro, (en su propio lenguaje) alternativo, para el proyecto político en marcha que encabeza Rafael Correa, y que algunos de sus líderes apuntalaron. Es más, en boca de los emepedistas en particular y con menos brío en los pachakutiks, hay un deseo abierto de derrotar a Correa y de ahí nomás.
No hemos escuchado propuestas concretas que pasen por el rasero del ejercicio pleno del Gobierno. Y molesta que personajes como Gustavo Larrea y Alberto Acosta quieran hacer, de ganar las elecciones, lo que tuvieron y pudieron hacer cuando compartían el poder con Correa.
¿No será que esos personalismos y hasta celos políticos impiden abundar en más ideas, luminosas y sabias, de lo que efectivamente debe ocurrir en el Ecuador? ¿Hasta dónde van a compartir el poder, si lo alcanzan, con aquellos sectores sociales (maestros, servidores públicos, empresarios) que han sido la traba de un desarrollo institucional y estatal al servicio del bien común? ¿Qué dicen de esos sectores “aliados” Acosta y Larrea, que fueron también críticos al punto de estimular la evaluación y la fiscalización de sus cuentas? Las izquierdas tienen la obligación de colocar los temas más “agresivos” para contribuir a cambiar este país de raíz y no enfocarse en formalidades y menos en personalismos.