El presidente Rafael Correa dice textualmente: “Yo entiendo el caso argentino, lo respeto muchísimo, pero en general, a nivel mundial, por los países hegemónicos y cierta prensa en función de sus intereses”. Previamente a una afirmación de la periodista Débora Plager, del canal bonaerense C5N, no a una pregunta, Correa dijo literalmente:
“Yo conozco ese caso (el atentado de la AMIA), pero vaya a ver cuántos murieron en el bombardeo de la OTAN en Libia, comparemos las cosas; también veamos dónde están los verdaderos peligros. No debemos manipular mucho...”.
Esa es la realidad, sin más comas ni puntos. No hay por ningún lado una ofensa a los judíos argentinos, menos aún un calificativo que los ofenda. Al contrario, señala con claridad el respeto a ese caso y dice entenderlo. ¿Dónde está el desprecio a las 85 víctimas de ese atentado ocurrido en 1994? Que los lectores juzguen a partir de lo dicho y no de las interpretaciones y menos de las amplificaciones que hacen ahora en las portadas los medios de prensa privados y comerciales con un claro afán.
La prensa no está para interpretar o señalar lo que se quiso decir, sino para transmitir lo que se dijo textualmente. Y por supuesto, el tema judío, en el mundo entero, acarrea complejidades y visiones diversas. Pero también debería existir la misma reacción de la prensa con otros temas y asuntos donde mueren decenas de miles de seres humanos, de seres vivos, no de entes ideologizados, víctimas de la violencia -esa sí- ideológica.
La demanda de pedir disculpas en este caso no cabe porque lo dicho está registrado y se puede reproducir cuantas veces sea necesario. Si las palabras “respeto muchísimo” no se entienden como un reconocimiento a un tema delicado, entonces lo que están haciendo organizaciones judías y medios de prensa privados es solo soliviantar una violencia que no cabe y un hecho que no ocurrió (el supuesto desprecio a las víctimas de AMIA).