Diario El Telégrafo tiene una historia fraguada en casi 130 años de vida institucional.
En ese lapso, sus páginas han recogido momentos determinantes en nuestro devenir como nación, los mismos que están registrados en siete millones de fotografías y el testimonio de los más importantes intelectuales y pensadores del país.
Negar esta realidad es como si, en forma inversa, nuestro venerable diario obviara la existencia de otros medios de comunicación que, con errores y virtudes, también han escrito una parte de la historia nacional. Sería como borrar una parte vital de la memoria de país.
Es lamentable que El Comercio, de Quito, haya celebrado el Día del Gráfico anulando la existencia de quienes construyeron los cimientos de El Telégrafo hace más de un siglo.
¿Qué significa esta omisión? ¿Es un lapsus? No. Lo que han hecho es poner en claro el nivel de antagonismo al que han llegado con el primer diario público del Ecuador, por la rivalidad política con el actual Gobierno.
Ese mismo periódico capitalino es el que celebró el linchamiento y luego el asesinato de Eloy Alfaro.
Sus actuales directivos no se han pronunciado hasta ahora por ese lamentable capítulo de la historia política del país. ¿Con su silencio están revelando su consentimiento? ¿O es que en los extremos de su sesgada pasión por esa falsa democracia de pequeño círculo intentan borrar las huellas del Decano de la Prensa Nacional, sin importarles que en esa historia hay un aporte indiscutible de los trabajadores de la industria gráfica?
ElComercio también desconoce que estamos contribuyendo a la modernización de ese sector, con una de las más modernas y eficientes plantas de impresión para un servicio público de calidad. En sus instalaciones laboran cientos de obreros y técnicos de alto nivel profesional, para plasmar el esfuerzo de periodistas, editores, diseñadores y fotógrafos que apuestan por un proyecto público en función de los nuevos tiempos para la democracia.
Hemos llegado al colmo de ignorar a la verdadera historia, y esta suele poner en su lugar a los que engañan o mienten deliberadamente.