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El Telégrafo

La “demencia” de un sistema con libertad para matar

16 de diciembre de 2012

¿Por qué no ocurren en otros países masacres, tiroteos y crímenes como el del viernes pasado en EE.UU.? ¿Es aceptable que un ciudadano común y cualquiera llegue a una tienda, compre un arma sofisticada, municiones y explosivos como si comprara pan, dulces, dentífricos o ropa?

Los muertos y heridos (cerca de 50 entre todos)  en la escuela primaria Newtown, en Connecticut, no solo son víctimas de un ciudadano identificado como Adam Lanza, sino de un sistema y de una condición cultural donde hay una “libertad” tan absurda como la de portar armas y venderlas sin ningún tipo de consideración.

Si fuese un caso aislado, muy puntual, extraordinario, daría lugar a otro tipo de análisis, pero ya es el octavo tiroteo sangriento en lo que va del año. ¿Cómo se entiende eso? ¿Se justifica y sostiene la existencia de un sistema de libertades que acaba con la vida de niños, madres de familia y profesores de una escuela?

Es una tragedia que obliga a las autoridades, más allá de lamentar y de condolerse con las víctimas, a tomar decisiones trascendentales e históricas. No es factible seguir sorprendiéndonos con noticias regulares de esta naturaleza.

Se requieren decisiones muy concretas. Y si eso, la mal llamada primera potencia mundial, no lo puede hacer o no  quiere hacerlo, que se sepa de antemano que ir a una escuela, a un colegio o a un supermercado es un riesgo latente.

Hay situaciones concretas en la sociedad que deben abordarse con políticas públicas para eliminar la violencia, los estímulos para que ella surja en determinados momentos y, sobre todo, para que la cultura del espectáculo no “convalide” las matanzas como un acto “natural” y normal, que es lo que ha proyectado Hollywood en infinidad de películas. Es imperdonable que la sociedad no ponga fin a una demencia sistémica.

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