La reacción ha sido llena de lugares comunes (como era de esperar): que Ecuador se aísla diplomáticamente, que Rafael Correa se queda solo y que hacemos el ridículo, etc. Todo porque se toma una decisión distinta y sui géneris, atada a unos principios esenciales sobre lo que debe ser la soberanía latinoamericana.
Incluso, gobiernos como el de Venuezuela y Bolivia, “aliados” de Cuba, irán a la Cumbre de las Américas, en Cartagena, y lo hacen también desde su condición soberana de autodeterminación.
La carta dirigida al presidente colombiano, Juan Manuel Santos, por parte de su homólogo ecuatoriano, Rafael Correa, sienta unos precedentes y unos significados a los conceptos con los cuales se llenan la boca muchos líderes, pero que en la práctica se someten a los países hegemónicos que imponen quiénes son parte del sistema interamericano y quiénes no.
Ya ocurrió con el ex presidente mexicano Vicente Fox cuando llamó a Fidel Castro a pedirle que no asista a la Cumbre realizada en México, porque lo metería en “problemas”. Y como la llamada quedó grabada no hubo ninguna duda de cómo se maneja la soberanía de América Latina con respecto a los Estados Unidos.
Por eso, es muy significativo que Correa le diga no a las cumbres donde la agenda está escrita por una simulada sumisión a Washington.
No cabe, eso no se discute, una cumbre de todo el continente donde quede fuera uno de sus miembros. Tampoco estaría bien que una reunión de tan alto nivel no cuente con la participación de EE.UU. porque con ese país hay que discutir temas de fondo, como son el narcotráfico, el terrorismo y la integración.
Si tanto invocamos el pensamiento de Simón Bolívar habría que recordar por qué el Libertador habló de una Patria Grande y cómo la imaginó para el futuro, señalando en concreto el rol que juega en contra de ese anhelo un país llamado EE.UU.