No hace falta mucha ciencia ni demasiada historia para identificar el pasado privatizante, privatizador y privilegiado con el que se manejaron y enriquecieron los medios autodenominados libres e independientes.
Eso explica la reacción intensa y desesperada ante la aprobación de la Ley Orgánica de Comunicación (LOC). Un ejemplo de aquello es el cierre voluntario de una revista de investigación, bajo el argumento de que ya no podría ejercer esa labor con la vigencia de la actual ley, la cual lo que realmente hace es favorecer a los periodistas, cuyos derechos han sido conculcados. De ser cierto ese razonamiento, ¿el dueño de la revista no tendría también que cerrar su periódico? ¿Ahí no hace investigación? ¿Entonces qué hace? ¿Plata?
La relación perniciosa entre negocios financieros con los de la comunicación sostuvieron por mucho tiempo un espejismo: la independencia de la prensa. Bajo el mismo dogma y la más rancia denominación ahora insisten en iguales postulados. No han entendido que ahora lo público instala y demanda nuevas y mejores reflexiones, y hasta acciones de ese sector privado, incluido el de la comunicación.
Ahora que existe la LOC, cuyo principio esencial es la información como bien público, los gremios empresariales, aupados por el aparato mediático internacional, nos recuerdan el problema de fondo: la comunicación ha dejado de ser el negocio rutilante, la punta de lanza de otros negocios, el respaldo para las empresas de los dueños de los periódicos. ¿Acaso todos los empresarios de la Aedep no tienen otros negocios que solo son exitosos por el respaldo y la concupiscencia del periódico con el cual llegan, incluso, a silenciar a la competencia y/o estimular a sus otras empresas?
Ahora que ya no hacen tanta plata con el periodismo, podrían ser transparentes y decir cuánto pierden.