Ya no hay nada que haga la oposición, incluida la que asume esa condición desde principios y acciones democráticas, que no sea con fines electorales. Ningún análisis, enfoque, ley, propuesta, proyecto, acción ni la más mínima expresión política del Gobierno se mira sin el filtro electoral.
Hay actores políticos que participaron en el proyecto del Movimiento PAIS que ahora lo niegan todo. Y otros que sin haber estado o colaborado con el Gobierno niegan la realidad por el solo hecho de afrontar un sofisma: solo haciendo oposición, cuestionando, negando y hasta mintiendo se gana la confianza del electorado cuando se trata de “fiscalizar” al régimen.
En sendas entrevistas de prensa, esa oposición, donde aparecen ahora ex presidentes que salieron del Gobierno con niveles ínfimos de credibilidad y otros expulsados de Carondelet, ahora da clases de moral, transparencia y hasta eficiencia administrativa.
Y para ellos, donde se añaden otros que aspiran a ser los presidentes del futuro, nada de lo que ocurre en el Ecuador está bien. Con ese discurso van por todas partes.
Pero lo hacen del modo más perverso: todo es culpa de una sola persona, que es el actual Presidente de la República.
Olvidan en ese análisis que hasta los errores del Primer Mandatario pueden ser “juzgados” desde una óptica democrática.
O sea, que si se equivoca, la crítica debe apuntar a una salida del problema o una solución para toda la ciudadanía. Pero no ocurre así. Hacen todo para desprestigiar su imagen, como si con ello contribuyeran a la solución de los problemas.
Por eso, esa oposición no actúa democráticamente. Al contrario, está jugando a las elecciones, al cálculo electoral, faltando todavía un poco menos de un año para los comicios presidenciales y legislativos. Y de seguir así, lo que nos espera también incluye show y escándalo político.