A diario se difunden informaciones sobre la situación del sistema de salud capitalino. Desde hace varias semanas, su capacidad para atender a personas contagiadas con covid-19 está al borde debido al aumento permanente de infecciones. Quito se ha convertido en el epicentro de la pandemia a escala nacional. Hasta ayer, la ciudad registraba 10.035 casos confirmados, muy cerca de los 11.401 de Guayaquil.
La situación tiene un origen con muchas aristas. Una de ellas es, sin duda, la necesaria relajación de las restricciones de movilidad para permitir la apertura y reactivación económica. Sin embargo, el hecho de que otros cantones vivan realidades similares, e incluso con mayores libertades de desplazamiento y de reunión y no muestren cifras ascendentes como las de Quito, llevan a pensar que las causas del aumento de contagios se relacionan, más bien, con el modo de comportarse de los capitalinos en el espacio público y el irrespeto a las normas establecidas por la pandemia.
Y así lo corroboran datos proporcionados por las autoridades respecto a actividades de control presenciales y electrónicas realizadas en la capital. El 4 de julio, por ejemplo, se descubrió una fiesta clandestina en una discoteca en el sector de Chillogallo; además, se aplicaron seis infracciones por no usar mascarilla y tres por no contar con los permisos para realizar la actividad económica en los establecimientos.
Policía Nacional, en tanto, sancionó a 60 personas por no cumplir el toque de queda. Todos estas irregularidades detectadas en una sola noche en el sur quiteño. Pichincha, cuya capital es Quito, es la provincia del país donde el sistema ECU-911 detectó el mayor número de aglomeraciones: 8.866, hasta el miércoles. A ello se suma que hasta el 30 de junio, 25.902 conductores habían sido sancionados durante la emergencia por incumplir las disposiciones de desplazamiento en la ciudad.
Las cifras muestran claramente que hay indisciplina entre los capitalinos y que si no actuamos con prudencia, la situación podría desbordarse. (O)