Mientras en las calles de París había protestas y desmanes por el incremento del precio de la gasolina, en Buenos Aires, todos los líderes del G-20 -incluido el presidente de Francia, Emmanuel Macron- posaban para tomarse la foto oficial. Allí estuvieron los máximos representantes de los 19 países más ricos del mundo, de la Unión Europea y emergentes que tuvieron encuentros multilaterales y bilaterales durante dos días en la capital argentina.
En esa cita, 18 países aprobaron el documento, de cuatro folios, llamado “Construyendo consenso para el desarrollo justo y sostenible”, que reafirma su compromiso por aplicar el Acuerdo de París sobre el calentamiento global y para el crecimiento económico y el acceso a la seguridad energética, usando fuentes y tecnología que protejan el medio ambiente.
El único disidente del G-20 en el tema ambiental fue el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Él firmó el texto de la cumbre, pero con una salvedad: incluir que EE.UU. no está de acuerdo con las medidas para mitigar el cambio climático.
Las potencias mundiales, además, convinieron promover la igualdad de género, así como aprovechar las nuevas tecnologías para incrementar el trabajo y combatir la corrupción. Y hablaron generalidades sobre la migración que azota en la frontera de Estados Unidos con México y dejaron para la próxima reunión las reformas a la Organización Mundial del Comercio y las cuotas para el Fondo Monetario Mundial.
Esta agrupación de las naciones ricas y emergentes representa el 85% del Producto Global y el 75% del comercio internacional y son el 66% de la población mundial.
La cita del G-20 por primera vez, desde su creación hace 20 años, se hizo en América Latina. Entre los países privilegiados constan cuatro latinoamericanos: México, Brasil, Argentina y Chile. Pero, ¿cuáles eran las expectativas de esos países emergentes? Tener reglas comerciales estables, controlar los capitales especulativos, precios de alimentos sostenibles e inversiones en infraestructura y tecnología, señala un artículo de la BBC. Nada de eso se consiguió. La explicación de analistas es que en la región no existe un liderazgo ni una visión estratégica conjunta porque esos países latinos marcan sus propios pasos de baile y no parecen interesarse tanto por esos temas. Al final, se preguntan la utilidad de estas cumbres, cuyo resultado final son acuerdos generales e incluso imprecisos. (O)