El titular y una foto de un diario quiteño darían lugar a una clase de semiótica, entendida  como la definió Ferdinand de Saussure: “La ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social”. El titular decía -palabras más, palabras menos-: “La gente protesta contra el miedo”.

Y la foto mostraba a una decena de personas gritando contra la sentencia a los directivos del diario El Universo.

Entre los dos signos (la foto y el titular) hay una discordancia que lleva a una pregunta: ¿Por qué los que protestan contra el miedo no tienen miedo para salir a protestar?

Igual ocurre con el comunicado de ayer firmado por el Alcalde de Guayaquil: dice que un juez tiene miedo a la reacción popular por la decisión que tome sobre la ubicación del monumento a León Febres-Cordero.

En los dos casos se exhibe al miedo como una situación imperante en el Ecuador, pero en ninguno de los dos se reconoce que para que el miedo “impere” hay ciertas condiciones sociales.

No deberían olvidar quienes ahora apelan a esa situación que la máxima expresión del miedo es el terror, y eso sí supimos los ecuatorianos sentir las largas noches entre 1984 y 1988.

En Guayaquil, sus habitantes sí pueden contar el miedo que sentían al salir en las noches y ser detenidos, sin ton ni son, por los policías de los escuadrones volantes. En esas épocas no había carteles contra el miedo sino contra el terror de Estado, que desapareció gente, torturó, violó y apresó a decenas de personas, muchas de ellas sin ninguna participación y menos filiación política.

Existe miedo real cuando la dimensión del miedo está en correspondencia con la dimensión de la amenaza. ¿Cuál es la amenaza real que se ciñe sobre los ecuatorianos estos días? ¿Dirán la de no poder hablar? ¿Y qué hace el alcalde Nebot con sus amenazas y todos los diarios que se oponen al gobierno del actual mandatario de la nación?