Publicidad

Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Cuando hay que mentir para salvarse de ser abusada

18 de noviembre de 2018

Mentir no debería ser la lógica para que una joven se salve de ser abusada sexualmente por un chofer de taxi: “Soy portadora de VIH y tengo sífilis”. Eso fue lo que le pasó a una joven mujer en Guayaquil cuando tomó uno de estos vehículos de la empresa Cabify. Este tipo de delitos ni siquiera deberían ocurrir, pero lamentablemente mujeres, niños, ancianos y hombres también siguen siendo sujeto de abuso, maltrato, vejaciones, discriminación, marginación y una serie de violaciones a sus derechos humanos.

No importa la nacionalidad del individuo que cometió el delito, lo que importa es que mientras unos luchan por cambiar o mejorar la sociedad en la que vivimos, hay otros que se empeñan en lo contrario, justificándose después en que estaban drogados, en que son enfermos o que sufrieron algún tipo de trauma durante su infancia. El rescate de los valores es una ardua lucha que debe iniciarse en el hogar -trillado sí- pero es la realidad. Es el entorno familiar el que a ese ser, que está en formación, le da las guías para que transite su camino promulgando y practicando los valores aprendidos y que a su vez los replique por donde vaya. Luego es trabajo de los maestros continuar con la formación de ese niño cuando se transforma en adulto; tienen que proteger la integridad física y mental de quienes son llamados “el futuro de la patria”, y para ello es vital que tanto en el hogar como en las aulas se les dé las herramientas necesarias para que puedan defenderse. No hay que ocultarles situaciones que a lo mejor a los adultos nos parecen fuera de tono, ya que, quizás ante su curiosidad, averiguarán en otras personas que probablemente no les den una respuesta pertinente. Un ejemplo: una madre llevó a su hijo de 11 años a ver la película Bohemian Rhapsody. Le dijo que durante la trama dos hombres se besaban. Le explicó la situación al niño para que no se sorprendiera y este le contestó: “Sí, son gays, ¿y qué pasa?”.

Ella le aclaró qué era ser gay y que por ignorancia, a veces, la gente los odia. Él, luego, no entendía por qué los odiaban y vulneraban sus derechos. (O)

Contenido externo patrocinado