El anuncio oficial de la existencia del primer caso de una persona con coronavirus desató en parte de la población ecuatoriana (la que puede permitírselo) una reacción falta de lógica: compras masivas de mascarillas y cubrebocas de cualquier tipo, suplementos de vitamina C, alimentos enlatados, etc., hasta dejar estantes vacíos en ferreterías, farmacias y supermercados.
La situación muestra dos cosas. La primera un sentido de desproporción que raya en el egoísmo al actuar atropellando el derecho de los demás como si solo importara lo que ocurre conmigo y con mi familia. Las compras sin sentido generaron desabastecimiento de productos que son indispensables para personas con el sistema inmunológico deprimido como aquellos que tienen VIH o padecen cáncer; esto resulta especialmente angustioso para los padres de niños enfermos.
Asimismo reveló ignorancia respecto a las características del coronavirus bautizado covid-19 y mostró que la mayoría solo se había fijado en las cifras de contagios, sin reparar siquiera en el porcentaje de letalidad (bajo en relación con otros agentes patógenos) ni los detalles de las formas de transmisión.
Quienes vaciaron las estanterías parecían no saber que a la fecha del anuncio en China, origen del virus, el número de contagios estaba disminuyendo, que las mascarillas deben usarlas solo quienes presentan síntomas sospechosos, quienes están en contacto directo con personas eventualmente enfermas o quienes por cualquier razón tienen sistemas inmunológicos deprimidos.
Y lo más grave, el hecho mostró total carencia de información respecto a que, como ante cualquier enfermedad o crisis sanitaria, las condiciones de higiene y medidas preventivas son lo más importante: lavado constante y correcto de las manos, y sobre todo, restricción del contacto físico, evitar en lo posible concentraciones masivas y utilizar los canales habilitados por las autoridades en caso de presentar sintomatología de un posible contagio.
Al coronavirus debemos enfrentarlo con sentido común y solidaridad. (O)