No es una casualidad ni tampoco un tema simple. Al contrario, es complejo y su abordaje requiere  seriedad y absoluta responsabilidad. Si quieren hacer campaña electoral con temas sensibles, los candidatos y organizaciones políticas, sus líderes y sus acólitos, pues que lo hagan sobre la base de la verdad, de la historia, de  datos concretos, para resolver un problema y no para agudizarlo.

La construcción del gasoducto de Guayaquil es un tema relativamente viejo, que se actualiza por la implementación que se hace ahora para cubrir los 13 kilómetros. Y como informó este diario ayer, todo empezó (aunque suene irónico y hasta factual) hace 25 años. En ese entonces las autoridades locales de la ciudad de Guayaquil sabían lo que se hacía, en dónde y todo lo que implicaba hacer de ese modo y en ese lugar.

Y las de ahora igual. También las autoridades de Petroecuador, de todas las administraciones desde hace 25 años, tuvieron mucho que ver con lo que se hacía. No era un tema ajeno a la ciudad, y menos a los pobladores, que gracias a las decisiones municipales se asentaron en la zona de la construcción de los ductos.

Por lo mismo vale preguntarse: ¿Por qué ahora es un tema político del que literalmente “se hacen los locos” ciertos personajes de la política? ¿Quién autorizó y emitió los permisos para las construcciones de urbanizaciones y otras obras en la zona? ¿Nunca se pensó que esas autorizaciones iban a tener un efecto perjudicial para los mismos propietarios de esas edificaciones? ¿Por qué todos los presidentes de Petroecuador, de 25 años para acá, no tuvieron la responsabilidad de afrontar un problema que ahora, casualmente, en campaña electoral “moviliza” a medio mundo?

Por lo tanto, hay que afrontar el tema, resolverlo, con la prudencia y eficiencia del caso, pero no hacer uso de él para proselitismo de ninguna clase. Los datos y los responsables están ahí. Si hay que hablar con la verdad, que sea con ella en toda su extensión.