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El Telégrafo
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Crónica a pie

Metrovía: un día "x" no es muy diferente del día "y"

Metrovía: un día "x" no es muy diferente del día "y"
Foto: Karly Torres / El Telégrafo
22 de agosto de 2016 - 00:00 - Ángela Portilla Caballero

Son las 09:00 cuando el bus entra a la parada Parque California. En el andén, una multitud espera que las puertas se abran: todos están alertas. A través del altoparlante resuena la voz del conductor: “por favor, dejen que salgan primero”. Pero la gente ignora el pedido y se abalanza hacia el interior, chocando con quienes pugnan por salir.

La consigna, una vez adentro, es lograr un mínimo de espacio para evitar que, al decir de Santa Parrales, usuaria permanente que vive en el populoso barrio Flor de Bastión, “los hombres nos sobajeen y nos roben”.

Cuando las puertas del bus están a punto de cerrarse, un hombre gordo, llevando una caja, ingresa corriendo al articulado. Consigue deslizarse entre el gentío. Encuentra un hueco en el sitio destinado a las sillas de ruedas; recostando su voluminosa anatomía contra la pared, respira, aliviado, mientras equilibra la caja entre sus manos.

Estas imágenes se repiten continuamente en las 26 paradas de la Troncal 3 de la Metrovía, que parte desde la terminal Bastión Popular (en el noroeste) hacia el centro de la ciudad.

La Metrovía es el mayor sistema de transporte masivo de la urbe. Actualmente opera con 3 corredores troncales que cubren los sectores norte, sur centro y noroeste. Los consorcios Metroquil, Metrobastión y Metroexpress operan el servicio de transportación de las troncales y de las rutas alimentadoras. El nuevo sistema desplazó a 59 líneas de buses urbanos. De esta manera, miles de usuarios se convirtieron en clientes cautivos, muchos de ellos pobladores de los Guasmos, Bastión Popular, entre otros barrios con alta densidad poblacional de la urbe.

Santa Parrales es una de ellas: “Nosotros obligadamente tomamos la Metrovía, porque por aquí, simplemente, no pasa ningún otro bus”.

Las estaciones de la Metrovía toman el nombre de la institución o empresa más cercana. Así, la siguiente parada corresponde al Parque industrial Inmaconsa y es la segunda del recorrido Bastión Popular-Centro, que en su primer tramo avanza por la vía a Daule. Aquí se suben dos personas; nadie desciende. Desde ese momento, es notoria la reducción de la afluencia de usuarios en las paradas. Eso ocurre porque, según Parrales, “a esta hora la mayoría de la gente va al centro”.

A los pasajeros les aguarda más de media hora de viaje cuando el bus arranca. El periplo es poco placentero, por cierto, para los que van de pie y para quienes viajan sentados; porque, como dice Aurelio Herrera, quien viene desde Mucho Lote, “ir sentado significa que los parados se echan encima”. En ese momento, los apiñados viajeros de a pie invaden prácticamente todo el espacio del bus articulado, hasta la zona de las puertas. Quizá ignoran la noticia de que “una joven murió tras caer de una Metrovía (...) Según testigos, la joven, de 18 años, estaba de pie junto a una de las puertas de ingreso en un bus que ‘estaba repleto de pasajeros’ (...) antes de llegar a su parada, la puerta se abrió por el exceso de usuarios y ella cayó. La joven quedó atrapada debajo de los neumáticos, que luego la atravesaron por la cintura”. (Expreso, 11 de junio de 2016, pág. 11).

El bus toma el puente 5 de Junio, desplazándose por la calle 9 de Octubre hasta la estación de la Universidad de Guayaquil. Entre el sube y baja de pasajeros suena el teléfono del hombre gordo. Si alguien apostó que no lograría atender la llamada sin que la caja se caiga, perdió. No solo que lo logra, sino que, gracias a que habla a gritos para neutralizar el ruido, sabemos que va rumbo al Guasmo sur, y que dentro de la caja que tanto protege lleva una torta para su nieto Vicente, quien cumple 4 años.

El bus parte y vira por la calle Tulcán, recoge dos pasajeros en la parada Vicente Rocafuerte. Gira por la calle Sucre hasta el Mercado Central. Aquí se queda un tercio de los pasajeros. Arranca, girando por la avenida Olmedo hasta la Caja del Seguro (IESS), donde se apea la mitad de los viajeros, entre ellos Santa Parrales, que va de compras a la Bahía. También el hombre gordo se apresura a cambiar de bus, para no perderse la fiesta de su nieto... suponemos todos.

Luego de recoger pasajeros que van hacia el noroeste, el enorme bus avanza hasta la Biblioteca Municipal, en la calle Pedro Carbo. En esta parada confluyen los buses que vienen del Guasmo y de Bastión Popular, y el movimiento de pasajeros es intenso. A ciertas horas, el tránsito no fluye. Marcia, enfermera que toma aquí el bus cada mañana, para ir a su trabajo en Los Ceibos, explica que “por cada cinco buses que vienen del Guasmo, uno va a Bastión, eso produce gran aglomeración”.

Rebasando quizá la capacidad permitida de 160 pasajeros, el bus sale atiborrado  de usuarios. Gira por la calle Sucre para desandar el camino que lo llevará otra vez a la terminal Bastión Popular. El recorrido total dura una hora y media. Este es un día normal en la Metrovía, no tan diferente del anterior ni del siguiente. (I)

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