¿Qué sucedió (o no sucedió) con el diccionario enciclopédico de las letras de América Latina?
Lo veo ahí, con su ancho lomo (espaldas) de atleta retirado, viejo, fané y descangallado. Data de 1995, con el sello editorial Monte Ávila/Biblioteca Ayacucho (Caracas) y tiene 1.708 páginas bien “papeadas” que llegan apenas a la letra e (a la palabra “expresión”, es decir, sin terminar la letra).
He dicho lo veo. Lo que, obviamente, nos remite a diccionario, cuya característica es ser enciclopédico, esto es, con una mirada circular y totalizadora (panorámica y exhaustiva) de la materia sobre la que trata; este Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina o DELAL tiene un cuerpo de redactores de la más alta calidad de América Latina y otros países como, por ejemplo, Fernando Alegría (Chile), Fernando Charry Lara (Colombia), Salvador Bueno (Cuba), Humberto Robles (Ecuador), Domingo Miliani (Venezuela), Renato Prada Oropeza (Bolivia), Antonio Cornejo Polar (Perú), Wilfrido Corral (Ecuador), Saul Sosnowky (USA), Isaías Peña Gutiérrez (Colombia), Nelson Osorio (Chile), Cecilia Vera de Gálvez (Ecuador), Alessandra Riccio (Italia), Luis R. Velloso (Brasil), Jorge Ruffinelli (Uruguay), Rubén Bareiro Saguier (Francia), Cecilia Ansaldo (Ecuador) y Michael Handelsman (USA), entre alrededor de un centenar más.
En su presentación, los autores del DELAL señalan que este libro “se define como Diccionario Enciclopédico porque participa de las características de un Diccionario, en la acepción de “Catálogo numeroso de noticias importantes de un mismo género, ordenado alfabéticamente” (DRAE, 2ª acepción), y de una Enciclopedia, en cuanto esta es un “Conjunto de tratados pertenecientes a diversas ciencias o artes”(DRAE, 3ª acepción), puesto que parte importante de sus entradas está constituida por estudios sistemáticos y rigurosos, preparados por especialistas de reconocida solvencia que los avalan con su firma”.
Esto se cumple, como hemos visto en la lista de sus redactores que es de lujo, pero además, como se subraya en la presentación, cada uno de los estudios “lleva una Bibliografía Selecta (tanto activa como pasiva) que (…) procura actualizar la información existente sobre los diferentes temas tratados y orientar al lector interesado para que amplíe y ahonde la información que se le entrega”.
Pero las aspiraciones del DELAL van más allá, y por eso contiene una Bibliografía General en la que se registran, para cada país, “las principales historias, panoramas, diccionarios, fuentes bibliográficas y documentales para facilitar un acercamiento sistemático al estudio de cada una de las literaturas de nuestra parte del continente”. Este volumen trae todas las entradas –que incluyen autores, obras, revistas, movimientos, grupos, etcétera- que corresponderían a la obra terminada y son realmente exhaustivas, abriendo con A la costa y terminando con la zeta (Zum Felde, por ejemplo, o Zurzulita), con un total que pasa del millar.
En lo que respecta al Ecuador, hay entradas como Olmedo, Jorge E. Adoum, Jorge Carrera Andrade, Benjamín Carrión, José de la Cuadra, Enrique Gil Gilbert, Eugenio Espejo, Rafael Díaz Icaza, Jorge Icaza, Hugo Mayo, Juan Montalvo, Pablo Palacio, Adalberto Ortiz, Angel F. Rojas, Humberto Salvador, A la costa, Baldomera, Don Goyo, Un hombre muerto a puntapiés, Huasipungo, Los que se van, Los Sangurimas, Grupo de Guayaquil, entre varias más.
Entre las diferente entradas, verdaderos estudios rigurosos, hay uno, en este tomo que, para mi gusto destaca: “Creacionismo”, que a continuación paso a comentar. Sobre este “ismo”, único forjado en Sudamérica, dice, ubicando brillantemente sus antecedentes histórico-literarios, lo siguiente: “Teoría poética de vanguardia postulada desde 1916 por el poeta chileno Vicente Huidobro.
La formulación de su teoría que, en síntesis, reivindica al poeta como creador de nuevas realidades y el poema como universo o estructura independiente, regido por leyes exclusivamente poéticas, fue madurando y definiéndose tanto en textos teóricos como en la propia praxis poética”. Esta convicción, agrego yo, que en estos días incluye también a la prosa de ficción, es examinada por la autora de la entrada (María Belén Castro Morales) con la siguiente óptica.
Dice: “Esbozado en América y desarrollado en Europa, el creacionismo parte del modernismo y concluye en las vanguardias, pero estas afinidades y contaminaciones (...) no restan originalidad a una propuesta poética completamente nueva en las letras hispanas del momento, marcadas por un prolongado posmodernismo y desconfiadas respecto a la recepción del futurismo, único movimiento de vanguardia divulgado hasta esas fechas”.
Y continúa: “El origen del creacionismo debe vincularse, dentro del ámbito literario latinoamericano, al modernismo.
Ya Darío había proclamado en 1896, en sus palabras liminares a prosas profanas, el deber del poeta: ‘Y la primera ley, creador: crear’. El poeta quedaba aquí ya diferenciado del artista estéril (el eunuco), en un esquema que conservará su validez en la teoría creacionista”.
María Belén Castro observa que la audaz concepción de la lengua que muestra el creacionismo en lo teórico y en su praxis “debe contextualizarse en un momento en que el lenguaje y el signo lingüístico son objeto de nuevas iluminaciones teóricas (el Curso de lingüística general de Saussure y El tratado lógico-filosófico de Wittgestein) y se define la realidad del mundo como un conjunto de hechos compendiados en el lenguaje”; luego añade que de esta conciencia de lenguaje surge la definición del poema creador (creado) de Huidobro, que subraya: “Es un poema en el que cada parte constitutiva, y todo el conjunto, muestra un hecho nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquier otra realidad que no sea la propia, pues toma su puesto en el mundo como un fenómeno singular, aparte y distinto de los demás fenómenos (…) Es hermoso en sí y no admite términos de comparación. Y tampoco puede concebírselo fuera del libro”. Por eso les pedía a los poetas que no le cantaran a la rosa sino que la hicieran florecer en el poema. Porque “el poeta es un pequeño dios”. Amén, que es lo mismo que ojalá (Alá lo permita).
Por último, ¿Qué sucedió (o no sucedió) con el DELAL?
¿Hubo alguna vez un segundo (o tercer) tomo del Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina?
¿Quedó trunco?
¿Fue el típico caso de “carrera de caballo y parada de mula”?
Han pasado como 18 años y no hemos sabido nada al respecto.
¿No nos interesó averiguar con sus editores, nos daba lo mismo Chana que Juana, vástago de hetaira que hijo de su mamita? No lo savo, dijo el montuvio (con v de vaca, no de burro, aunque lo sea).
¿Salió el resto de la obra y nunca nos avisaron?
¿Quiénes son más badulaques, los venezolanos o nosotros?
Empate, dicen por ahí.
Pero ¿qué significa badulaque?
Dice el mataburros: “Persona necia e irresponsable”.
Está duro: no solo es irresponsable sino irresponsable y testarudo o irresponsable e idiota.
Ambos bandos rechazan el empate. Solo aceptan lo de irresponsables.